Capítulo 6
Alicia estuvo hospitalizada durante tres días.
Bruno y Gabriel, aunque venían con frecuencia, solo se quedaban unos minutos antes de marcharse.
Aunque no lo decían, Alicia sabía que se iban para atender a Sofía.
Cada vez que venían, Sofía enviaba mensajes provocativos:
[Bruno me preparó sopa de pescado, dijo que no podía terminarla y que te llevaría lo que sobró, ¿ya la probaste?]
[Me eché una siesta de diez minutos. ¿Fueron a verte, verdad? Claro, cuando estoy despierta necesitan entretenerme, ¿cómo podrían acordarse de ti?]
Sus pestañas temblaron, y no pudo evitar recordar cuando tenía dieciséis años y fue hospitalizada por apendicitis, cómo ellos no se separaban de su lado.
En aquel entonces, competían por soplarle la sopa para enfriarla y estaban más nerviosos que ella en cada revisión médica, temiendo que algo saliera mal.
Ahora, todo eso había cambiado de forma irreversible.
Ya no los necesitaba más.
El día que recibió el alta, Alicia fue sola a realizar los trámites de salida.
Justo al llegar a la puerta, los vio a los tres.
Sofía tomó su mano, mostrando una sonrisa amable:
—Estos días Bruno y tu hermano han estado muy ocupados sacando tiempo para estar conmigo, acumulando mucho trabajo. Vamos todos juntos a casa, ¿sí?
Al ver su expresión, Alicia sintió un escalofrío y rechazó de inmediato la propuesta: —Tomaré un taxi por mi cuenta.
Ante su respuesta, los dos hombres mostraron un destello de desagrado: —Aún no estás bien. Le diré al conductor que lleve a ambas a casa.
Dicho esto, empujaron a Alicia al asiento del copiloto y cerraron la puerta del carro.
Sofía se sentó en el asiento trasero y el carro arrancó de inmediato.
Durante el trayecto, Alicia sintió un presentimiento inquietante.
Al llegar a las afueras de la ciudad, Sofía, que había permanecido en silencio, de repente pidió al conductor que se detuviera al costado de la carretera.
Luego, lo despidió, tomó el volante y miró a Alicia:
—Tranquila, han pasado cinco años. He mejorado mucho al volante. No volverá a haber muertes.
En ese momento, Alicia sudó frío e intentó salir del carro.
Pero Sofía cerró las puertas con seguro y pisó el acelerador, llevando el carro a toda velocidad.
El corazón de Alicia latía furiosamente mientras se aferraba al asiento.
Al ver su miedo, Sofía soltó una risa ligera y comenzó a hablar de nuevo:
—El atropello y fuga no fue tuyo, ¿de qué tienes miedo? ¿Te trae algún mal recuerdo? Esos años en la cárcel debieron ser inolvidables, ¿verdad?
Dicho esto, presionó el botón del televisor del carro y en la pantalla apareció un video de vigilancia.
Alicia vio cómo la golpeaban en el baño, rodeada de personas, y sus pupilas se dilataron instantáneamente.
Los gritos desgarradores resonaban en el espacio reducido del carro.
Invisiblemente, era como si una mano la arrastrara de nuevo a esos días oscuros en la cárcel.
No podía evitar recordar los golpes brutales que recibió, los palos que le rompían la piel.
Y el viento helado que soplaba sobre su cuerpo la hacía pensar que estaba de nuevo encerrada en una cámara frigorífica.
Mirando las imágenes en la pantalla, sentía que sus heridas, ya cerradas, volvían a doler.
En un ataque de pánico, comenzó a golpear desesperadamente la puerta del carro, intentando escapar.
Sofía aprovechó para apagar el video, desabrochó su cinturón de seguridad y encendió la cámara del carro.
Al siguiente segundo, la cámara grabó a Alicia gritando que la dejaran bajar.
Ella agarró la mano de Sofía con fuerza, sus uñas dejaron una marca ensangrentada.
Sofía fingió dolor y golpeó el volante varias veces.
De repente, el carro chocó violentamente contra la barrera de seguridad.
El cuerpo de Alicia se estrelló contra la ventana.
La sangre corrió por el cristal roto y su visión se oscureció lentamente mientras perdía la conciencia.
Tras el sonido de las sirenas, Alicia escuchaba vagamente voces confusas.
Con el último resto de fuerza, abrió los ojos y vio a Bruno y Gabriel.
Ambos rodeaban la cama de Sofía en el hospital, interrogando frenéticamente al médico:
—¿Por qué no comienzan la operación? ¡Si a Sofía le pasa algo, ¿qué vamos a hacer?!
—Cálmense. El banco de sangre del hospital está bajo. Solo podemos realizar una operación por ahora, y como las heridas de la señorita Sofía son más leves, recomiendo operar primero a la señorita Alicia. De lo contrario, podría correr peligro mortal.
Los hombres se miraron, vacilando.
En el silencio, una enfermera irrumpió diciendo que el quirófano estaba listo y preguntó cuál paciente debía ser operada primero.
Instintivamente, ambos dijeron el mismo nombre.
—¡Sofía!
En ese momento, Alicia sintió que toda su fuerza la abandonaba.
Cerró los ojos y se dejó caer en la oscuridad infinita.