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Capítulo 5

Los guardias de seguridad tardaron mucho en llegar y mantener el orden, llevando a Alicia lejos de la escena. Estaba golpeada por todo el cuerpo, su sangre había teñido de rojo su ropa. Sus ojos, entumecidos y vacíos, mostraban una expresión de desesperación absoluta. Se acurrucó en un rincón, temblando incontrolablemente. Al escuchar que era una asesina, los guardias de seguridad se asustaron un poco y, tras intercambiar miradas, se marcharon. Pronto, el portero cerró la puerta, apagó la calefacción y se fue a casa. Alicia quedó sola en la sala de descanso. En la cárcel, si lloraba después de ser golpeada, los compañeros de celda la reprendían aún más. Así que sufría dolor extremo, pero no se atrevía a llorar. Durante la larga noche, el frío invierno se colaba, congelando y agrietando sus magulladuras. Solo podía acurrucarse, mordiéndose la mano, con el sabor metálico de la sangre en la boca. Hasta que amaneció, y el sonido de su celular la despertó de la oscuridad. Al ver el nombre de su hermano en la pantalla, lo vio como un salvavidas y presionó el botón para contestar. —Marta, ¿ya están listos los trámites? Al escuchar esta voz cálida y preocupada, las lágrimas que Alicia había contenido toda la noche comenzaron a caer. Justo cuando iba a hablar, la puerta que estaba cerrada se abrió de golpe. Pensando que eran los malhechores de nuevo y no queriendo involucrar a su hermano, colgó apresuradamente. En la luz del amanecer, Gabriel irrumpió, lleno de ansiedad: —Ali, he venido a buscarte. Bruno la levantó en brazos, su voz llena de un dolor indisimulado: —No tengas miedo, nos vamos de aquí enseguida. Al escuchar voces familiares, Alicia se calmó un poco. Pero no se quejó ni pidió consuelo como antes. Solo se cubrió la cara, esquivando esa luz solar que le picaba los ojos. Después de ser llevada al hospital, le administraron un sedante antes de tratar sus heridas. Alicia pronto cayó en un profundo sueño. Incluso en sus sueños, su rostro estaba marcado por el terror, aferrándose a su celular. Viendo su aspecto demacrado, los dos hombres se sintieron culpables. Se turnaron para contar historias, como cuando eran niños, hasta que ella se calmó gradualmente. Gabriel tomó el celular que no paraba de vibrar, a punto de ver quién llamaba, cuando Alicia, que se despertó sobresaltada, se lo arrebató. Mirando su expresión nerviosa y el nombre guardado en el celular, Gabriel frunció el ceño y no pudo evitar preguntar: —¿Quién es esta persona que te ha estado llamando durante una hora? ¿Por qué tiene un número internacional? ¿Por qué está guardado como hermano? Alicia se detuvo, justo cuando una secretaria entró. —La Señorita Sofía ha despertado. Al oír esto, los dos hombres se levantaron de inmediato, dejándole instrucciones de cuidarse antes de salir. Al verlos irse, Alicia sintió un alivio inexplicable. Respondió la llamada de su hermano y luego le aseguró que solo había sido una pesadilla, diciéndole que no se preocupara. El alivio en la voz del otro lado era palpable, y él le dio algunas instrucciones adicionales: —He enviado algo de dinero a tu cuenta. Mira si hay algo que quieras comprar, y luego reserva un avión para venir aquí, de lo contrario no estaré tranquilo. Al abrir el mensaje, Alicia vio que había recibido un depósito de cien millones de dólares. Silenciosa por un largo rato, finalmente balbuceó un agradecimiento entre sollozos. —No hay necesidad de agradecer, eres mi única hermana. Cuidaré de ti toda la vida y te daré todo lo que tengo. La risa cálida del otro lado de la línea suavizó el dolor en el corazón de Alicia. Se dio cuenta de que, a partir de ahora, ya no era una huérfana adoptada. Ahora también tenía un hermano.

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