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Capítulo 16

Curtis bajó la cabeza con culpa. “Señor Remus, aún estamos buscándola. Poco después de que la señorita Silvia se fuera de la mansión, desapareció de la cámara de vigilancia. Rastrearla ha sido un reto. En este momento, no hemos sido capaces de localizarla”. “¡Sigan buscándola!”. Cuando Curtis se fue, la frustración de Neil aumentó. Él ya no podía concentrarse en los documentos. …… Pasada la medianoche, Silvia regresó a la mansión en Ciudad del Norte. Ella apenas y tenía energía para abrir la puerta. Desafortunadamente, sus piernas cedieron tan pronto puso un pie dentro, por lo que colapsó en frente de la puerta. De repente, alguien la agarró por la cintura. Silvia quiso ver quién era, pero le faltó energía para abrir los ojos. Justo antes de perder el conocimiento, oyó un leve suspiro. Cuando recobró el conocimiento, Silvia se dio cuenta de que alguien le había curado las heridas. Se incorporó, se puso el pijama y salió lentamente. Para cuando bajó las escaleras, estaba empapada en sudor. Al oír voces en la cocina, se dirigió en esa dirección y vio a Cris saliendo con un plato de sopa de pollo. Cris se sorprendió al ver a Silvia. Puso rápidamente el cuenco sobre la mesa y corrió a ayudarla a caminar. “El doctor dijo que necesitabas…”. Antes de que pudiera terminar de hablar, Silvia colocó una daga contra su cuello. “¡¿Por qué estás aquí?!”. Silvia sonaba fría, diferente a su yo usual. Ella ya le había dicho a Cris que no volviera a la mansión, pero él igual se había aparecido cuando ella había sido herida la noche anterior. Era una coincidencia muy grande. Cris estaba pasmado mientras explicaba: “Dejé un libreto aquí. Cuando regresé para recogerlo, te vi colapsar. Me di cuenta de que estabas herida después de que te ayudé a levantarte, así que llamé a un doctor para que curara tus heridas”. Al ver que Silvia seguía dudando, él dijo con impotencia: “Si realmente hubiera querido lastimarte, ¿crees que estarías viva en este momento?”. Después de un breve momento de silencio, Silvia bajó la daga. Ella lo miró con arrepentimiento y dijo: “Disculpa por el malentendido”. Cris sonrió. “Está bien. Además, no tienes de que preocuparte. No te preguntaré al respecto. El doctor también guardará el secreto”. “Bien”. Cuando Cris notó que Silvia había bajado la guardia, le llevó el cuenco de sopa y le dijo: “Toma algo de sopa primero. Has perdido mucha sangre, por lo que necesitas recuperar fuerzas”. “Gracias”. Mientras Silvia bebía la sopa, el timbre sonó de repente. Cris caminó hacia la puerta y vio a Neil afuera. Una mirada astuta apareció en sus ojos en lo que abría rápidamente la puerta. “Señor Remus, Silvia está…”. Cris no pudo terminar su oración porque Neil lo empujó a un lado y entró. La expresión de Neil se tornó fría cuando vio a Silvia. “¡Silvia Pond! ¡¿Todos estos días que has estado desaparecida los has pasado con tu niño bonito?! Antes de que Silvia pudiera responder, Cris explicó: “Señor Remus, no malentienda las cosas. Silvia…”. “¡No te estoy hablando a ti! ¿Acaso Silvia está muda? ¡¿Por qué debes hablar en su nombre?!”, lo interrumpió Neil con un tono frío. Una expresión de molestia apareció en el rostro de Cris. Con el ceño fruncido, él dijo: “Es el esposo de Silvia, pero parece no saber por lo que ha pasado ella en los últimos…”. “¡Cris!”. Tras respirar profundamente, Silvia lo miró con calma y dijo: “Gracias por cuidar de mí. Ya puedes irte. Te invitaré a cenar un día como muestra de agradecimiento”. Una mirada de decepción apareció en los ojos de Cris, pero este igual asintió y dijo: “De acuerdo. Cuídate y descansa bien”. Tras decir esto, Cris tomó su libreto y se fue. Solo quedaron Silvia y Neil en la sala. Un silencio opresor llenó el ambiente. Silvia siguió bebiendo su sopa como si nada hubiera pasado. Neil la miró con desdén al notar esto. “¿No crees que me debes una explicación?”. Silvia no dijo nada. Se puso de pie, sacó una tarjeta de un cajón cerca de la televisión y la colocó en la mesa. “Hay cincuenta millones en esta tarjeta. Divorciémonos mañana”, dijo ella con indiferencia. “¡Silvia Pond!”. Neil la fulminó con la mirada, la tomó de la muñeca y le dijo con severidad: “¡¿Cuál es tu relación con Cris Rios?!”. El agarre de Neil casi la hace tropezarse, por lo que ella le lanzó una mirada impaciente. “Lo viste con tus propios ojos. Preparé los cincuenta millones que me pediste. ¿Podemos divorciarnos ahora?”. Neil bufó con una mirada fría. “¿Ganaste estos cincuenta millones tras pasar tiempo con él estos últimos días? Cris Rios es bastante generoso, ¿pero acaso tú lo vales tanto?”. Al ver el desdén y la burla en los ojos de Neil, Silvia frunció el ceño. “A ti no te incumbe cómo gané este dinero. ¡No te olvides que me prometiste darme el divorcio si te daba el dinero!”. Neil tiró la tarjeta bancaria de regreso a la mesa y miró fijamente a Silvia. “¡Puede que a ti no te parezca de mal gusto conseguir el dinero de esta manera, pero a mí sí!”. Una mirada de enojo apareció en los ojos de Silvia. “¡¿Vas a retractar de tu palabra?!”. “¡Yo pongo las reglas! ¡No aceptaré este dinero ni aceptaré divorciarme!”. Silvia miró con desdén el rostro enojado del hombre. “Neil, nunca esperé que fueras alguien tan piadoso. A pesar de que piensas que tuve sexo con Cris, te niegas a concederme el divorcio. ¡Me impresionas!”. La mirada de Neil se tornó fría. “Me fuiste infiel. ¿Por qué debería concederte lo que quieres?”. “No importa. Te di el dinero, pero te rehusaste a aceptarlo. En ese caso, ¡presentaré una demanda de divorcio!”. “Adelante. ¡Veamos si alguien se atreve a tomar tu caso!”. Inmediatamente después de decir esto, Neil dejó la mansión. El cuerpo de Silvia llegó a su límite después de estar de pie por tanto tiempo. Tras sentarse en la silla, de su herido abdomen comenzó a derramarse sangre. Durante los siguientes días, Silvia descansó en la mansión de Ciudad del Norte. Ella solo regresó a trabajar tras recuperarse por completo. El día de su regreso, Darrion se burló de ella y la ridiculizó durante la reunión. “Señorita Pond, desapareció por unos cuantos días después de ofender al señor Walls. Usted es la presidenta. ¿No cree que debería tener más sentido de la responsabilidad?”. Silvia bufó, dejó con fuerza el documento en el escritorio y le lanzó a Darrion una mirada fría. “Yo también tengo una pregunta para usted, señor Torres. Usted sabe que el señor Walls es un pervertido, así que ¿por qué me hizo ir a negociar este trato? ¿Qué motivo oculto tenía para hacer esto?”. El abordaje directo de Silvia tomó a Darrion por sorpresa. Él quedó paralizado por unos momentos antes de apretar los dientes y decir: “El señor Walls es un cliente importante de nuestra compañía. ¿Qué tiene de malo hacer un sacrificio para garantizarnos un trato con él? Señorita Pond, si no está dispuesta a hacer sacrificios, ¿cómo podremos confiar en su capacidad para administrar la empresa con eficacia?”. Silvia no se molestó en mostrarle nada de respeto. “Si tantas ganas tienes de hacer sacrificios, ¿por qué no te acuestas con Justus Walls? Cuando consigas que firme el contrato, te daré una buena recompensa”, dijo ella con frialdad. La cara de Darrion se puso roja de la ira. Él golpeó la mesa con la mano y salió de la sala furioso. A Silvia le dio igual que se fuera. “Continuemos con nuestra reunión”. Después de la reunión, Silvia le pidió a todos que se retiraran, excepto Sigwald. Sigwald estaba un poco nervioso, pero se mostró calmado. “Señorita Pond, ¿qué puedo hacer por usted?”. Silvia le dirigió una sonrisa amigable y dijo: “Bueno, solo quería recordarle que no escogiera el bando equivocado. De lo contrario, puede que lo pierda todo”. Sigwald era el tío de Dulcie. Tres años atrás, Leroy Reed, el padre de Dulcie, le había pedido dinero a Sigwald para apostarlo. Como Leroy perdió el dinero, Dulcie le había ofrecido a Sigwald un 10% de las acciones de la Corporación MY para saldar la deuda. Esto había convertido a Sigwald en un accionista de la compañía. A Silvia le parecía bien siempre y cuando los accionistas no causaran ningún problema. Sin embargo, si pensaban causar problemas a espaldas suyas, ella los echaría uno por uno. Sigwald siguió sonriendo. “No se preocupe, señorita Pond. No tomaré ningún lado”. “Es bueno saber eso”. Por la tarde, Silvia regresó a la mansión y se encontró a Neil frente a la puerta. Ella frunció el ceño y pensaba ignorarlo, pero él la agarró de la muñeca cuando pasó a su lado. “¡Silvia, vuelve a casa conmigo!”.

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