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Capítulo 17

Silvia miró a Neil con el ceño fruncido. Él le estaba haciendo perder la paciencia. “Neil, ¿puedes dejar de molestarme? Sé que cometí un error al casarme contigo sin tu permiso, pero te compensé al cuidar de tus piernas. No recuerdo haber hecho nada malo en nuestro matrimonio estos últimos tres años. Quiero divorciarme y vivir mi propia vida ahora. ¿Acaso es ese un deseo irracional?”. Las pupilas de Neil se contrajeron con ira. Después de unos segundos, apretó los dientes y dijo: “¡Te dije que nunca me divorciaré de ti!”. “Investigué un poco. No estabas con Cris Rios en los días que desapareciste, así que ¿en dónde estabas? Además, ¿cómo obtuviste esos cincuenta millones? Si no quieres que siga investigando, ¡regresa conmigo a la mansión ahora!”. Silvia cerró los puños inconscientemente. Ella no quería regresar con él a la mansión, pero tampoco quería que la siguiera investigando. Sin más opción, Silvia apartó la mano de Neil y entró al coche. Los dos guardaron silencio durante el viaje de vuelta. La irritación de Silvia era palpable. No entendía qué le pasaba a Neil. Ella pensaba que él estaría feliz de obtener el certificado de divorcio después de que ella aceptara divorciarse de él. Su negativa a divorciarse de ella solo los hacía sufrir a los dos. Silvia se dirigió a las escaleras cuando llegaron a la mansión. Justo entonces, oyó hablar a Neil. “El cumpleaños de tu abuelo es en dos días. Da la casualidad de que gané unos jarrones antiguos en una subasta recientemente. ¿Por qué no se los das como regalo de cumpleaños?”. Silvia se giró para mirarlo con indiferencia. “No tienes que preguntarme. Haz lo que quieras”. Neil frunció el ceño. “Es tu abuelo, después de todo. Tú…”. “No importa”. Había un atisbo de burla en los ojos de Silvia. “Solo estamos relacionados por nuestra sangre”. Nadie en la familia Pond la trataba como parte de la familia. En ese caso, ella no tenía por qué molestarse en complacerlos. “Debemos asistir a su cumpleaños juntos, de todas formas”. “Entiendo”. Después de darle una respuesta apática, Silvia subió las escaleras. La mirada de Neil se volvió sombría mientras miraba la espalda de Silvia y se sumía en sus pensamientos. Tras regresar a su habitación, Silvia estaba a punto de ordenar comida a domicilio cuando recibió una llamada de Dulcie. “Sil, olvidé decirte que Neil quería reunirse contigo”. Silvia se sorprendió al escuchar esto. Luego frunció el ceño y preguntó: “¿Es sobre la adquisición de la Corporación MY?”. “Así es. La Corporación Remus ha intentado adquirirnos por un mes. Su gente se me ha acercado varias veces, pero siempre me negué. Asumo que Neil se enteró de tu regreso y quiere discutirlo contigo en persona”. “Honestamente, el precio que ofrecen es bastante tentador. Si no hubieras regresado, es posible que esos ancianos hubieran aceptado el trato”. Cuando no recibió respuesta de Silvia, Dulcie continuó: “Puedo rechazar esta solicitud si no te quieres reunir con él”. Después de un breve momento de silencio, Silvia dijo con amabilidad: “No hace falta. Envíame más tarde el lugar y la hora de la reunión. Ahora que regresé a la Corporación MY, tendré que toparme con él tarde o temprano”. “De acuerdo. Agendaré una reunión con la Corporación Remus”. “Está bien”. Después de terminar la llamada, Silvia continuó con su intento de ordenar comida a domicilio. Justo en ese momento, Neil tocó la puerta. Él dijo: “La criada preparó la cena. Tengo algunas cosas de las que debo encargarme esta noche, así que no podré comer contigo. Puedes comer abajo”. Silvia no respondió. Después de un rato, ella pudo escuchar el motor de un coche. Cuando se acercó a la ventana, vio el coche de Neil alejándose en la distancia. Cinco minutos después, ella bajó las escaleras y se sorprendió al ver sus platos favoritos en la mesa. Sin embargo, Silvia no lo pensó mucho. Después de cenar, ella lavó los platos y regresó a su habitación. Ella se puso a leer en el balcón por un rato. Cuando estaba a punto de irse a la cama, oyó de repente el ruido del motor de un coche. Tras bajar la mirada, se dio cuenta de que Neil había vuelto. Él había llamado a un chófer. Su andar inestable al salir del coche hizo evidente que estaba borracho. Una vez que el chófer aparcó el coche, se marchó. Después de ver a Neil casi tropezar un par de veces, Silvia retiró la mirada sin expresión. Ella cerró su libro y volvió a su dormitorio para dormir. Sin embargo, varios ruidos procedentes del dormitorio de al lado la mantuvieron despierta. Silvia se levantó con el ceño fruncido, se dirigió a la habitación y llamó a la puerta con impaciencia. "Por favor, guarda silencio. ¡El ruido me molesta!", se quejó. Los ruidos cesaron, así que Silvia volvió a su habitación. Sin embargo, la puerta que tenía detrás se abrió bruscamente. Justo cuando se dio la vuelta confundida, Silvia fue arrastrada a la habitación oscura antes de que pudiera hacer nada. “¡Ah!”, gritó Silvia. Ella todavía tenía que procesar lo ocurrido cuando Neil la atrapó contra la puerta. Justo en el momento que sintió la ardiente respiración del hombre en su oreja, Silvia tembló instintivamente. Era obvio que Neil estaba bastante borracho porque apestaba a alcohol. Su cuerpo estaba ardiendo cuando lo pegó al de ella. Silvia podía sentir el calor. Su molestia no hizo más que aumentar cuando intentó apartarlo sin éxito. “¡Neil, suéltame!”. Justo después de que ella dijera eso, Neil la besó. Los labios de Neil eran calientes, mientras sus manos recorrían todo el cuerpo de Silvia. Si esto continuaba, ¡no había duda de que terminarían durmiendo juntos! Silvia lo detuvo y encendió rápidamente la luz de la habitación. La iluminación repentina hizo que Neil entrecerrara los ojos inconscientemente, pero esto no le impidió ver la expresión de enojo en el rostro de Silvia. Si bien Silvia era muy parecida a Ada, Neil nunca había confundido a las dos. Ada siempre parecía delicada y vulnerable. Los hombres querían protegerla instintivamente cada vez que la veían. Sin embargo, Silvia era diferente. Nunca le revelaba su vulnerabilidad a nadie y nunca le pedía ayuda a Neil como Ada. Las cosas no eran diferentes en ese momento. Al ver la terquedad en los ojos de Silvia, se preguntó involuntariamente cómo hacer que confiara en él. La mirada de Silvia era fría. “¡Déjame ir! ¡Buscaré a alguien más para ti!”. Presa de la ira, Neil agarró la mano de Silvia y dijo: “¡Silvia Pond! ¡Eres mi esposa!”. ¡¿Cómo se atrevía a pensar en encontrar a otra mujer para él?! ¿Acaso no tenía consideración? Al escuchar la implicación de sus palabras, Silvia frunció los labios y respondió con frialdad: “¡Pronto ya no lo seré!”. Neil hizo una mueca desdeñosa mientras sus ojos llenos de deseo se fijaban en el rostro de Silvia. Desde que ella le planteó la idea del divorcio, él sentía que la había complacido y que había cedido ante ella en todo momento, pero sin importar lo que hiciera, ella no había cambiado en lo más mínimo de opinión. Incluso en ese momento, ¡seguía pensando en el divorcio! Neil bajó la cabeza y mordió el labio de Silvia a la fuerza. Antes de que ella pudiera decir algo más, él dijo en un tono despiadado: “Ya que tantas ganas tienes de divorciarte de mí, te concederé tu deseo”. Silvia levantó su cabeza con sorpresa. “¿En serio?”. Neil hizo su mejor esfuerzo por suprimir su ira, pero a pesar de eso, su tono de voz siguió siendo frío. “Pero tengo una condición. ¡Tienes que acostarte conmigo esta noche!”. Aquellas palabras hicieron que el rostro de Silvia palideciera.

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