Capítulo 93
Salí de la habitación y, mirando a través de la ventana a María con una expresión desolada, suspiré impotente.
Tenía que aceptar ese regalo; solo así podría proteger a Diego.
Diego ya se había disculpado, solo faltaba Andrea.
Justo cuando iba a buscarla, me encontré con ella y Pablo saliendo de la esquina.
—¿A dónde fuiste?
Ya había llamado a Andrea antes de venir, ¿cómo es que llegó tarde?
—No me voy a disculpar.
No era su culpa, ¿por qué debería disculparse?
Andrea cruzó los brazos y se apoyó en la pared.
—Si no fuera por María, ¿cómo habría terminado Diego encerrado en ese lugar?
—Entra.
No le mostré ninguna simpatía, mirándola de manera autoritaria.
—Gabriel, no creas que porque vine voy a...
—No me hagas repetirlo.
Los ojos de Andrea se enrojecieron, reprimiendo su humillación, y empujó la puerta.
Escuché un fuerte lo siento, y con una sonrisa fría entré tras Pablo.
—Es tu turno.
—Gabriel, no seas tan cruel, ¿por una mujer vas a pisotear la dignidad de los demás?
—¿Dónde e
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