Capítulo 29
La persona frente a mí parecía tosca, dura e incluso un poco aterradora.
Los hombres con los que he tratado en estos años tenían la piel clara y rasgos refinados; siempre llevaban camisas con corbata, combinadas con trajes y abrigos.
La imagen del hombre que tenía enfrente me dio la impresión de que acababa de salir de algún lugar sombrío.
Inconscientemente, apreté el bolso que llevaba en las manos, recordando el spray de pimienta y el cuchillo de autodefensa que Ana había metido en mi bolso antes de partir.
Pero antes de que pudiera alcanzarlos, el hombre ya había arrancado el coche, sin decir ni una sola palabra.
¿Qué significaba esa mirada que me lanzó hace un momento?
No lo entendí, pero mi corazón, que acababa de sanar al llegar a esta ciudad, comenzó a latir desordenadamente de nuevo.
Por precaución, no presté mucha atención al paisaje de la ciudad hasta que el coche se detuvo. Pagué el viaje y bajé del coche. Al ver que el coche se alejaba, finalmente respiré alivi
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