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Capítulo 39

Doña Isabel se sorprendió: —¡Alberto! Raquel, que estaba afuera, también se sorprendió. No se esperaba que Alberto interfiriera para proteger a Ana del látigo. Era evidente que Ana era su preferida de manera descarada. Alberto miró a doña Isabel: —Abuela, basta. La persona que quiere estar con Ana soy yo. Ella no tiene la culpa, todo es mi error. No la lastimes. Si quieres golpear a alguien, golpéame a mí. Ana inmediatamente extendió los brazos y abrazó a Alberto: —No, doña Isabel, no le pegues a Alberto, ¡golpéame a mí! Ana y Alberto ahora parecían una pareja de amantes desafortunados, y doña Isabel era la villana que quería separar a los dos enamorados. Raquel sentía un amargo dolor en su corazón. Doña Isabel, con la mano que sostenía el látigo temblando, exclamó: —¡Alberto! Tu esposa es Raquelita. ¿Olvidaste quién no te abandonó durante los tres años que estuviste en estado vegetativo? ¿Cómo puedes herir el corazón de Raquelita de esta manera? Veo que esta Ana te ha en

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