Capítulo 148
El dormitorio estaba vacío; no había nadie a la vista.
La puerta del baño estaba cerrada. Alberto se detuvo frente a ella y preguntó en voz baja: —Raquel, ¿todavía no has terminado de bañarte?
Silencio.
No hubo respuesta.
Alberto levantó la mano con intención de tocar la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, esta se abrió por sí sola.
Se quedó quieto por un instante y luego entró. La espaciosa bañera estaba vacía; Raquel ya no estaba allí.
¿Dónde se había ido?
Salió del baño y, en ese momento, la sirvienta apareció en la habitación. —Señor, la señora ya se ha marchado.
¿Ya se fue?
¿Se fue así?
Fue entonces cuando Alberto notó que los hielos seguían intactos. —¿No se los puso en la cara?
—No, la señora dijo que no los necesitaba.
Sobre la mesita de noche, una nota descansaba bajo un pequeño peso. Alberto extendió su mano, de dedos largos y elegantes, para tomarla. Era un mensaje suyo, tan simple como imposible de simplificar: "Gracias."
Se había ido en silenci

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