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Capítulo 147

Después de hablar, Ana entró en el estudio con sus tacones de cristal resonando sobre el suelo. Raquel se quedó sola, completamente inmóvil. Raquel, pobrecita, nadie te quiere. Esa frase seguía resonando en sus oídos, una y otra vez. Raquel sabía que Ana la despreciaba. A los ojos de Ana, ella no era más que una sombra en la esquina, una intrusa codiciosa que anhelaba lo que no le pertenecía: la madre de Ana, el amor de Alberto. Y, al final, no tenía nada. Nadie la quería. Ana la consideraba digna de lástima. Un dolor punzante le atravesó el pecho a Raquel, como si le clavaran agujas en el corazón. Era un dolor persistente, profundo. Le parecía irónico: la madre de Ana, el Alberto de Ana... ¡originalmente habían sido suyos! Raquel fijó la vista en la puerta cerrada del estudio. Ana había entrado para hablar con él... ¿Realmente lo convencería de liberar a Felipe? Ana le había dicho que esperara fuera y escuchara, pero en ese momento, Raquel perdió el valor. No se atre

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