Capítulo 55
Diego se quedó absorto por un momento, y en su ensueño, pareció regresar a aquellos días despreocupados de juventud.
Una chica mimosa, anidando en sus brazos como un gatito, susurraba: —Dieguito, ¡cómo me gustaría ser tu esposa! ¿Quisieras casarte conmigo?
¿Qué había dicho él en ese momento?
Sí, respondió él, ¡quiero! Yari, en esta vida, solo te quiero a ti.
Lamentablemente, aunque las palabras todavía resonaban, las personas ya habían cambiado.
La chica que él anhelaba llevar al altar había matado cruelmente a su hijo, contratado a un asesino para romperle las piernas y, sin vacilar, se había lanzado a los brazos de otro hombre. Los supuestos juramentos eran solo recuerdos que él no había olvidado.
¿Por qué debería cerrar su corazón por una mujer que cualquier hombre desearía?
—Diego, ¿no quieres casarte conmigo? —preguntó Amaranta, nerviosa al no recibir respuesta de Diego.
—Diego, no importa, te dije que aunque no quieras casarte conmigo, no te culparé...
—¡Amara, me casaré contigo!
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