Capítulo 99
Los brillantes ojos de Belén se elevaron, encontrando justo los ojos turbios de Antonio. Ella dibujó una sonrisa en sus labios y murmuró: —Así que la gente del patio delantero no puede oír, ni hay cámaras.
Antonio comenzó a acercarse progresivamente, una sonrisa lasciva brotó en sus labios, —Ahora que sientes miedo, ya es demasiado tarde. Si te comportas, podría ser un poco más gentil contigo.
Mientras hablaba, Antonio se aproximaba lentamente. Extendió su mano para tocar la cara de Belén, pero repentinamente sintió un hormigueo en el brazo, quedándose paralizado en el aire, incapaz de moverse.
Su rostro se ensombreció al instante, y al notar que, sin saber cuándo, una aguja de plata estaba clavada en su muñeca, justo cuando iba a enfurecerse, un dolor agudo azotó su parte baja del cuerpo.
—¡Ah!— Un grito desgarrador resonó en el patio trasero, una pena que pronto fue ahogado por los ruidos del patio delantero.
Antonio yacía en el suelo, retorciéndose de dolor.
Belén, para hacer juego
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