Capítulo 34
Tomás, al borde de perder la cabeza, tenía en el celular en la mano. Al escuchar la última frase, lanzó una patada, haciendo que un florero se estrellara contra el suelo y se rompiera en pedazos.
Con indiferencia, se rio. —¿Acaso ella es una niña? ¿No tiene piernas para ir por sí misma?
—¡Tomás!— La voz de Luis al otro lado del teléfono subió de tono repentinamente, con incredulidad. —¿Cómo puedes hablar así...?
Tomás no quiso oír ni una palabra más, colgó el teléfono y salió corriendo de la casa sin mirar atrás.
El mayordomo, al ver su prisa, suspiró profundamente. Se giró para liderar a los empleados de la casa en la limpieza del desastre.
—Nadie debe hablar de lo que pasó aquí. Si oigo a alguien mencionarlo, no voy a tener compasión.— El mayordomo, serio, recorrió con la mirada a todos los presentes.
Los empleados, temerosos de contradecir a ese hombre que llevaba años al servicio de la casa de los López, asintieron rápido.
El mayordomo escaneó cada cara; esas pers

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