Capítulo 25
—No me digas que esto es una coincidencia. — La voz de José no sonaba nada amigable; sus ojos y cejas mostraban irritación. —¿Cómo encontraste este lugar? ¿Has estado siguiéndome desde el aeropuerto?
¿Seguir a quién? ¿A José?
Rocío alzó la vista, sorprendida, observando al joven que le sacaba medio cabeza de altura. No podía evitarlo. Levantó la mano y agitó las llaves que tenía en la mano, señalando la dirección detrás de José.
—Vivo aquí, no te he seguido.
No lo sabía, ¿por qué lo haría?
Era absurdo.
Rocío quería gritar, pero, como él la había ayudado antes, no quiso demostrar que la molestaba abiertamente. Sin embargo, José le resultaba extraño, misterioso, como si no quisiera ser reconocido.
Si no fuera porque la había acompañado a la estación de policía, tal vez habría pensado que estaba huyendo de algo.
La expresión de José se tensó un poco al escucharla. De pronto recordó que el casero le había mencionado que la casa de al lado había sido rentada recientemente
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