Capítulo 120
Tomás observó a Rocío en silencio, todavía molesto, y dijo con voz grave: —Desde pequeña, ¿cuándo te he dejado sufrir así? Aunque quieras evitarme, no deberías haber venido a un lugar tan remoto. Por tu seguridad, en un par de días deberías volver conmigo.
Rocío percibió que él daba vueltas al tema y desviaba la conversación hacia allí, mostrando una expresión distante.
Su silencio resistente era la mejor respuesta.
La expresión de Tomás no pudo ocultar su decepción al ver que Rocío evitaba el tema. Temiendo que ella lo echara sin dudarlo si seguía insistiendo, decidió contener su deseo por el momento.
Después de haber aplicado la compresa fría durante un rato, Tomás quitó la toalla y sacó de su bolsillo las dos pastillas de Diclofenaco que José había traído, rociándolas sobre el tobillo de ella.
—¿De dónde sacaste esas pastillas? —preguntó Rocío con curiosidad.
Tomás se detuvo un momento, diciendo con seriedad: —Tu vecino lo trajo.
—¿José? ¿Él vino hace poco? —Una expresión de sorpres

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