Capítulo 22
En la iglesia fuera de la ciudad, el cielo se aclaraba gradualmente y la niebla se hacía más densa. Grandes masas de blanco se elevaban con la bruma, envolviendo todo el camino.
Isabel y Manuel avanzaban lentamente por el camino empedrado hacia la iglesia en la cima de la montaña.
A lo lejos, la música se elevaba suavemente y el sonido de las campanas resonaba en la distancia.
Dentro de la iglesia, árboles antiguos tocaban el cielo, las piedras verdes estaban cubiertas de musgo, el viento hacía caer las hojas, produciendo un sonido susurrante, y las campanas de bronce colgadas en las esquinas temblaban.
Isabel respiró hondo y se sentó en un banco de piedra en la esquina, observando cómo Manuel, como un niño curioso, miraba aquí y allá.
Debería haber sido un momento hermoso, pero fue interrumpido por la llegada de Mario.
Era difícil deshacerse de él.
Esa fue la primera reacción de Isabel al ver a Mario acercándose.
—Isabel, ¿podemos hablar seriamente?
Quizás las palabras de Elena el día
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