Capítulo 4
Sonia sostenía el trofeo sin mostrar alegría por el logro de Laura, ni tampoco parecía tener intención de entregárselo. En cambio, mordiéndose el labio inferior con una expresión de lástima, comenzó a hablar:
—Lala, el director me pidió que te entregara este trofeo. Es un premio muy prestigioso, eres increíble.
—Me gustaría pedirte un favor, aunque me cueste decirlo. Nunca he ganado este premio y... ¿Podrías prestármelo unos días?
¿Prestárselo unos días?
Era la primera vez que Laura escuchaba una petición tan absurda.
Frunció el ceño y respondió con una sonrisa forzada: —Si sabes que es descarado pedirlo, entonces no deberías hacer esa clase de solicitudes. Si realmente te gusta, compite por él tú misma.
Dicho esto, extendió la mano para tomar el trofeo de los brazos de Sonia.
Sonia, no esperando una respuesta tan tajante de Laura, se puso pálida, alternando entre el rojo y el blanco, con una expresión de haber sido terriblemente maltratada: —Lala, ¿cómo puedes decir eso? No estoy pidiendo quedármelo, solo quiero tenerlo en casa para motivarme.
Cuando Laura estiró la mano para tomarlo, Sonia lo abrazó aún más fuerte, rehusándose a soltarlo.
En medio de su lucha, el trofeo de cristal cayó al suelo y se rompió en pedazos al instante.
Víctor y Manuel, que justo pasaban por allí, corrieron hacia Sonia y la protegieron en sus brazos.
—¡Sonia!
Ambos se preocuparon por ella, revisando con cuidado si había resultado herida.
Víctor levantó el dobladillo del vestido de Sonia y al ver que su pierna estaba cortada por el cristal, sus ojos se estrecharon de dolor.
—¡Te llevo al hospital!
Sin prestar atención a los intentos de Sonia por resistirse, la cargó en brazos y se marchó con ella.
Mirando los pedazos de cristal en el suelo, Manuel miró a Laura con una expresión sombría y la acusó: —Laura, ya lo tienes todo, ¿por qué tienes que competir con Sonia por las cosas?
¿Competir?
Al oír eso, Laura casi llora de frustración.
—Es mi trofeo, logrado después de tres meses de esfuerzo, es mi honor. Ella lo abrazaba con una actitud lastimosa y no lo soltaba, y tú dices que estoy compitiendo con ella.
Estaba tan enfadada que temblaba, y señaló los pedazos en el suelo con una voz tan fría que casi congelaba el aire.
—Sonia incluso rompió el trofeo. Exijo que se disculpe conmigo.
Pensaba que con unas pocas palabras podría aclarar quién tenía la razón, pero Manuel se enfureció aún más y elevó la voz varios tonos: —Pensé que era algo importante, es solo un trofeo. Hay muchos más, ¿cómo puedes compararlo con Sonia? La lastimaste, no es ella quien debería disculparse, ¡sino tú!
Dicho esto, Manuel no esperó la reacción de Laura y se apresuró a cuidar de Sonia.
Laura, mirando los restos esparcidos por el suelo, se quedó atónita, las palabras de Manuel resonando en su mente.
¿Manuel realmente le estaba pidiendo que se disculpara con Sonia?
La víctima, pidiendo disculpas al agresor.
¡Qué gran persona eres, Manuel!
Un dolor agudo invadió el corazón de Laura, y solo entonces notó un dolor agudo en su propia pierna.
Descubrió que tenía un corte largo y profundo, mucho más grave que el de Sonia...
Laura apretó los dientes, soportando el dolor mientras limpiaba los pedazos del suelo, antes de volver a atender su propia herida.
Esa noche, Laura recibió mensajes de Esther, quien le envió varias opciones de vestidos de novia para que eligiera.
Después de revisarlos todos, Laura llamó a Esther.
Hablaron un poco y Esther, notando el cansancio en la voz de Laura, no pudo evitar preguntar qué había sucedido.
Recordando las humillaciones del día, los ojos de Laura se humedecieron, pero desvió la conversación: —Mamá, debería poder resolver todo aquí en una semana, ¿cómo van los preparativos de la boda?
Justo entonces, Víctor y Manuel regresaron a casa.
Al oír las últimas palabras de Laura, ambos preguntaron al unísono:
—¿Boda? ¿Qué boda?