Capítulo 74
Siete flores, cada una elegante y robusta.
Las admiré detenidamente.
De repente, Anita se acercó y me preguntó: —Sare, ¿te has dado cuenta de algo?
Respondí: —¿De qué?
Anita señaló hacia mi rostro: —Mírate en el espejo.
Confundida, me miré en el espejo y me quedé pasmada.
La cara que reflejaba el espejo era pálida y sonriente, con los ojos brillantes y curvados, y las comisuras de los labios elevadas de manera incontenible.
Esa cara era totalmente diferente a la que tenía al salir del hospital.
Una cara cansada, decadente, sin vida, con los ojos cargados de melancolía.
Y ahora una cara viva, alegre, llena de energía, con ojos como estrellas.
Quedé paralizada, y sin poder evitarlo, me toqué la cara.
Anita se acercó y preguntó: —Dime, ¿fue el presidente Manuel quien te las envió?
Internamente grité, maldecida, y mentí apresuradamente: —Estas son de una tienda donde solía comprar, es un regalo de cumpleaños para clientes VIP.
Anita dudó: —¿En serio?
Para evitar su curiosidad, asentí con v
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