Capítulo 31

Víctor elevó la voz: —¿No te importa? ¿Ahora te pones generosa? Rió de manera hiriente, con sarcasmo: —Sara, ganaste. Ella se ha ido. Ya no volverá a molestarnos, ¿puedes ahora regresar a casa conmigo? Me llevé la mano al pecho, sintiendo de nuevo ese dolor familiar y asfixiante. Definitivamente, soy una tonta. Hubo un momento en que pensé que Víctor había cambiado de opinión. Creí que finalmente había optado por confiar en mí en lugar de en María. Creí que la Sara de antes de perder la memoria podría triunfar al menos una vez. Sonreí débilmente: —¿Gané? Le miré a los ojos, desafiante: —¿Realmente gané? Sonreí con tristeza: —Lo que hiciste hace un momento, al echarla, fue solo porque pensaste que estaba haciendo un berrinche. En realidad, no me respetas ni crees en nada de lo que digo. Víctor parpadeó. Había acertado. Me reí de mí misma: —Ya había perdido de manera miserable. De los tres, yo debería ser la que se marche. Víctor aún quería hablar. Luis entró con un informe médico en la