Ella estaba a punto de decir que no tenía su teléfono con ella, pero era como si de repente la hubieran poseído. Ella soltó lo que no quería decir: “¿Acaso no conseguiste una habitación de hotel con Rebecca Lawrence? ¿Cómo tenías tiempo para llamarme?”.
Sharon quería morderse la lengua esta vez. ¿Qué estaba pasando con ella? ¡¿Por qué seguía diciendo locuras incontrolablemente?!
La mirada del hombre que la miraba se volvió más juguetona y sus ojos brillaron. “¿Quién te dijo que conseguí una habitación con Rebecca?”.
Dado que las palabras ya habían sido dichas, no había mucho por lo que preocuparse. Ella carraspeó con impaciencia: “Rebecca me lo dijo ella misma”.
El hombre extendió ambos brazos y los apoyó en la encimera de mármol a cada lado de ella, atrapándola en el espacio entre sus brazos.
La respiración de Sharon se congeló. Ella no podía escapar. Ella solo podía mirarlo mientras la mirada concentrada del hombre se clavaba en ella y sus palabras ligeras caían. “¿Le crees?”.