Capítulo 25
Allí, sobre el sofá, Felipe reposaba con las piernas elegantemente cruzadas, irradiando un aire de nobleza.
Jugaba con un pasador de cabello de Amelia en sus manos. Al escuchar la puerta del baño abrirse, dirigió su fría mirada hacia Amelia, quien solo llevaba un albornoz. El albornoz era corto, apenas cubría lo esencial de su figura alta, y sus piernas blancas y delgadas quedaban casi totalmente a la vista.
La mirada de Felipe se profundizó instantáneamente.
Amelia se tensó por completo.
¿Cómo es que él había vuelto?
Un suave viento sopló, haciendo que Amelia se sintiera como si estuviera desnuda frente a él, lo que hizo que se sonrojara inmediatamente.
Amelia rápidamente se cubrió el pecho con ambas manos, diciendo tímidamente: —¡Has vuelto y no has dicho nada!
Miró hacia su pijama sobre la cama. Si quería ponérselo, tendría que pasar por donde Felipe estaba sentado.
Amelia lamentó no haber dejado el pijama en el baño.
En los profundos ojos de Felipe brotó un destello de deseo.
Ella,

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