Capítulo 133
Aunque Lourdes no podía hablar, al ver esta escena también abrió la boca de asombro.
—Suéltala, o mueres.
Con solo tres caladas de su cigarrillo, Alberto ya había derribado a un hombre. Sus ojos, sin rastro de emoción, se fijaron en Alonso mientras avanzaba lentamente.
—¡No te acerques! ¡Quédate quieto, no te muevas!
Un escalofrío recorrió la espalda de Alonso. Sabía que Alberto dominaba las artes marciales, pero no esperaba que fuera tan poderoso. En un abrir y cerrar de ojos, uno de sus hombres ya estaba en el suelo.
Rápido como un rayo, ni siquiera supo cómo Alberto había actuado.
—Suéltala.
Alberto repetía la misma frase, con la misma expresión imperturbable, avanzando lentamente como un robot.
Alonso se enfureció y presionó el cuchillo contra la arteria carótida de Lourdes, su rostro se contorsionó de rabia:—¡Si das un paso más, la mato! Aunque muera, ella se vendrá conmigo al infierno.
—Vamos, inténtalo. Da un paso más y verás si estoy bromeando.
—Te digo que la sueltes. Esta es
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