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Capítulo 12

Neil se burló. “¿Acaso me estoy pasando? ¡Ni siquiera te pedí que cumplieras con tus obligaciones como esposa!”. Silvia apretó los dientes. “¡Sigue soñando!”. “Una de dos: O vuelves a casa conmigo, o yo me quedaré aquí contigo. Es tu elección”. Silvia respiró profundamente. Ella sentía que podía soportar a este hombre porque solo necesitaría hacerlo por una semana. Ella se dio la vuelta y caminó hacia el Maybach al lado de la carretera. Neil la detuvo. “¿No vas a empacar tus cosas?”. Silvia permaneció tranquila. “Volveré en una semana, así que no necesito empacar mis cosas”. La expresión de Neil se volvió fría antes de entrar al coche. No le habló a Silvia; en su lugar, tomó un documento y se puso a leerlo. Silvia le echó un vistazo al documento que tenía Neil en la mano y su expresión cambió de repente. “¿Vas a adquirir la Corporación MY?”. Neil frunció el ceño y la fulminó con la mirada. “Nunca te interesó mi trabajo en el pasado, ¿no?”. Los ojos de Silvia se llenaron de desdén. “Hablas como si me hubieras dicho más si hubiera estado interesada”. Neil recordó la noche antes de que Silvia dijera que se iba a ir a trabajar. La miró y le preguntó. “¿Estás trabajando para la Corporación MY?”. “Sí. Pienso que lo mejor es que te rindas con su adquisición lo más pronto posible. No vas a lograrlo”. Neil permaneció impasible. “Todo en este mundo tiene un precio”. “Puedes intentarlo”. Por mucho que él le ofreciera, ¡ella no vendería la Corporación MY! Neil percibió algo raro en la actitud de Silvia, pero no le dio importancia. Supuso que acababa de incorporarse a la Corporación MY y que por eso no quería que la empresa cerrara. “¿Cuál es tu posición en la compañía?”. “Soy una limpiadora”. Neil se quedó sin palabras. Silvia notó la estupefacción en el rostro del hombre, pero ella permaneció indiferente. “Si no me crees, olvídalo”. ¿No era el trabajo de un limpiador deshacerse de los parásitos en la compañía? Neil permaneció en silencio por unos segundos antes de decir de repente: “El Departamento de Recursos Humanos de la Corporación MY realmente hace un mal trabajo en su reclutamiento. De lo contrario, no te habrían dado esa posición”. Silvia bufó. “Los perdedores son los que siempre menosprecian a otros. No pueden ser exitosos, por lo que le dicen a otros que tampoco pueden serlo”. Neil levantó sus cejas. “Si yo soy un perdedor, ¿en qué convierte eso a mi esposa?”. Silvia no tenía respuesta. Ella se giró y se rehusó a seguir hablando con Neil. Neil vio la cara de enojo de Silvia y la encontró un tanto adorable por alguna razón. Incluso le habló con un poco más de amabilidad sin darse cuenta. “El cumpleaños de tu abuelo es el próximo sábado. Iré contigo”. Silvia pensó en ello antes de asentir y decir: “Podemos informarles de nuestro divorcio”. Había un atisbo de frialdad en los ojos de Neil mientras la miraba con molestia. “¿Planeas ir para celebrar su cumpleaños o para hacerlo enojar?”. Silvia lo miró confundida antes de fruncir el ceño y decir: “Necesitamos informarles de esto tarde o temprano. No hay razón para posponerlo”. Neil se burló. “¡Será mejor que consigas esos cincuenta millones de dólares antes de hablar de esto!”. Había un atisbo de burla en la voz del hombre. Era obvio que él no creía que Silvia pudiera obtener los cincuenta millones de dólares en una semana. Silvia bajó la mirada sin decir palabra alguna. Una hora después, el coche se detuvo en frente de la mansión. Silvia se acercó a la puerta e introdujo la contraseña. Sin embargo, parecía ser incorrecta. Ella se giró con el ceño fruncido y miró a Neil, quien estaba a unos pasos de distancia de ella. “¿Cambiaste la contraseña?”, preguntó. “Sí, ahora es la fecha de tu cumpleaños”. Una mirada de desconcierto apareció en los ojos de Silvia antes de ser reemplazada por una de burla. “Estoy segura de que, en lo más profundo de tu corazón, sabes si es por mi cumpleaños o por el cumpleaños de Ada”. Ella se giró e introdujo la contraseña de nuevo antes de abrir la puerta y entrar en la mansión. Neil miró la espalda de la mujer con el ceño fruncido y una mirada de ira en sus ojos. Había dicho la verdad cuando dijo que había pensado en el cumpleaños de Silvia al cambiar la contraseña. Nunca se le había ocurrido pensar que compartía su cumpleaños con Ada. Silvia se acercó al sofá y se sentó. Vio el acuerdo de divorcio por el rabillo del ojo. Neil lo había roto y tirado al basurero. Sus ojos se posaron en él un instante antes de apartar inmediatamente la mirada como si nunca lo hubiera visto. Neil volvió a acercarse a ella con expresión poco acogedora. “¿Qué comeremos esta noche?”. Silvia agitó su teléfono. “Voy a ordenar comida a domicilio. Puedes comer lo que quieras”. Neil frunció el ceño después de escucharla decir eso. “La comida a domicilio no es saludable”. “No te pedí que la comieras”. “Intentaba decir que tampoco la comieras”. Silvia había bajado la cabeza para navegar por la aplicación de comida a domicilio. Cuando escuchó lo que dijo el hombre, dejó de navegar, levantó la cabeza y fulminó con la mirada a Neil. “¿Qué se supone que coma si no ordeno algo? ¿Aire?”. “Puedes cocinar”. Silvia se quedó en silencio por un momento antes de decir con indiferencia: “No tengo tiempo para eso. Si quieres comer, puedes cocinar tu propia comida”. Neil no respondió. En su lugar, se puso de pie y caminó hacia el refrigerador. Silvia se sorprendió al ver esto. Aunque ella había hecho la sugerencia, nunca se imaginó que Neil realmente fuera a cocinar. Sin embargo, su expresión volvió a tornarse calmada. Ella pidió un poco del pollo frito que le gustaba antes de subir al segundo piso a ducharse. No fue al dormitorio principal. En su lugar, fue al dormitorio contiguo, el cual tenía su propio cuarto de baño y aseo. Silvia bajó las escaleras después de ducharse. Esperó un rato, pero el pollo frito nunca llegó. Revisó la aplicación de reparto y vio que ya le habían entregado la comida, por lo que llamó al repartidor. Cuando se enteró de que hacía veinte minutos que le habían entregado la comida, Silvia frunció el ceño. Se levantó y miró a su alrededor. Al final, vio el pollo frito en el basurero.. Silvia cerró la llamada y se dirigió furiosa a la cocina. En cuanto llegó a la entrada, Neil salió con un plato de sopa. Los dos chocaron. Como resultado, la sopa en la mano de Neil se derramó. Al ver que el plato de sopa caliente estaba a punto de derramarse sobre Silvia, él la empujó lejos. La sopa caliente cayó en su brazo, lo cual dejó su brazo rojo y con ampollas al instante. Silvia se quedó de piedra por un momento antes de fruncir el ceño y decir: “¡Buscaré el botiquín y me encargaré de eso por ti!”. Después de encargarse de la herida de Neil, Silvia se puso a ordenar el botiquín. Justo en ese momento, ella notó que Neil la miraba fijamente. “Perdona por lo que pasó antes, pero si no hubieras tirado mi comida a la basura, esto no habría pasado”, dijo ella con el ceño fruncido. Después de unos segundos de silencio, Neil respondió: “Es solo que no quiero que comas comida chatarra. Quiero que comas conmigo”. Silvia se mostró apática. “Eso no es necesario. Pediré otra orden. Neil, nos vamos a divorciar en una semana. Es mejor que mantengamos la distancia el uno del otro por esta semana”. Neil frunció el ceño, la miró a los ojos y le preguntó: “¿Insistes en divorciarte de mí?” Ella lo miró fijamente con una expresión tranquila y dijo con determinación: “¡Sí!”. “Silvia, creo que podemos…”. “No necesitas decir nada más. No voy a retractarme de mi decisión. Te daré los cincuenta millones en una semana, así que espero que cumplas con tu promesa”, dijo ella con confianza después de interrumpirlo. Después de decir eso, Silvia se dio la vuelta y se fue sin mirar la expresión de Neil. Silvia no pidió más comida después de subir las escaleras. Quería evitar encontrarse de nuevo con Neil en la planta baja. Ella encendió su teléfono y buscó un sitio web por el que no había navegado en tres años. Después, se conectó introduciendo su nombre de usuario y contraseña. Un círculo dorado apareció en la pantalla. Había una oración abajo que decía: [¡Bienvenido de regreso a Luna Llena!]. La expresión de Silvia era fría mientras se desplazaba por la lista de misiones. Si quería ganar cincuenta millones de dólares en una semana, tenía que aceptar algunas misiones en este sitio web. De repente, apareció un cuadro de diálogo a la izquierda. Era un mensaje de un remitente llamado Cóndor. Su avatar era completamente negro. Cóndor: ¿Eres Iris? Iris: ... Cóndor: Parece que eres la verdadera Iris. Dejaste de aparecer por tres años, así que pensé que habías muerto en una misión. Cuando vi tu avatar en línea, pensé que habías vuelto de entre los muertos. Cóndor era un compañero de equipo que siempre hacía misiones con ella en el pasado. Sin embargo, ellos se disfrazaban siempre que se encontraban, por lo que no conocían la identidad real del otro. Iris: He estado ocupada estos últimos tres años. Cóndor: Entonces, ahora que estás en línea de nuevo, ¿planeas aceptar misiones? Iris: Sí. Cóndor: Acepté una misión recientemente y necesito un compañero. La comisión es de cincuenta millones de dólares. Podemos repartírnosla después de la misión. ¿Te interesaría que trabajáramos juntos en ella? Iris: Envía los detalles. Poco después, Cóndor envió un documento encriptado. Silvia lo decodificó con habilidad y le envió [OK] a Cóndor después de leer todo. Cóndor se desconectó inmediatamente después sin enviar una respuesta. Silvia navegó por la web un rato más y aceptó otra misión con una comisión de treinta millones de dólares antes de desconectarse también. Una vez completadas estas dos misiones, debería poder disponer de cincuenta millones de dólares. Sentía como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Después de pensar en cómo gestionar su tiempo, Silvia se durmió. A la mañana siguiente, la despertó el timbre de la puerta. Ella decidió ignorarlo al principio, pero el timbre siguió sonando hasta el punto de quitarle el sueño. Silvia miró la hora. Eran apenas las 6:05 a.m. ¡Más le valía a esta persona tener una razón importante para esto! Ella bajó las escaleras y abrió la puerta. Tan pronto vio a Ada afuera, frunció el ceño. Ada también se sorprendió al ver a Silvia y su cara se puso roja de la ira. “¿Qué haces aquí, Silvia?”.

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