Capítulo 85 La hija de Ana
Mario respiraba aceleradamente, sus ojos reflejaban un miedo que no podía ocultar.
—No, no fui yo, ¡de verdad, es un malentendido, es un malentendido!
Lo miré y suspiré suavemente.
—Mario, con tu experiencia podrías ser director en cualquier otro lugar.
—Hemos sido colegas, y sé que no eres el cerebro detrás de todo esto. ¿Por qué arruinar tu vida por alguien más?
María, a mi lado, seguía haciéndome gestos para que llamara a la policía, pero negué con la cabeza.
Si llamaba a la policía, sería muy difícil descubrir lo que había detrás, y mi plan podría quedar al descubierto.
Al menos debía preguntar primero; si Pablo estaba realmente detrás de todo esto, necesitaba pruebas concretas.
Mario entrecerró los ojos, pensó un momento y luego me miró.
—Clara, eres la señora López, ¿puedes prometer que no llamarás a la policía?
—¿Tú qué crees?
No quería hacerle ninguna promesa a este tipo de personas.
Parecía desanimado y se dejó caer al suelo.
—Confieso, todo esto me lo
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