Capítulo 63: El único
Ángel siempre ha sido alguien sin mucha emoción ni expresión facial. Al llegar al lugar acordado con Arturo, este último estaba devorando una tortilla española con voracidad.
Observó a Arturo un momento y luego se sentó.
Arturo, señalando los documentos sobre la mesa y con palabras poco claras, dijo: —Mira los datos que querías por ti mismo. No he comido nada desde anoche y estoy muerto de hambre.
—¿No hay nadie en casa que cocine para ti? ¿No decías que tu madre te estaba buscando una esposa? —preguntó Ángel, cogiendo la carpeta y hojeándola mientras hablaba distraidamente.
Al recordar a la mujer que había sido forzada a vivir en su casa bajo la etiqueta de prometida, Arturo sintió náuseas. Tiró la tortilla española al cubo de basura y, tomando una servilleta, se limpió las manos con un tono de voz desagradable.
—Por la edad, debería llamarla “tía pequeña”; me lleva por cinco años. Tenerla como esposa es algo que solo a mi madre se le ocurriría; solo le interesa la herencia de esa muj
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