Capítulo 230 Su deseo de conquista
La última franja de luz del cielo desapareció tras la cortina, sumiendo la habitación en un oscuro gris blanquecino.
Los días de invierno son cortos; apenas eran las cinco y media y la luz del día ya casi se había extinguido.
Silvia yacía exhausta bajo las cobijas, respirando con dificultad.
Todavía lucía un rubor persistente en las comisuras de sus ojos y sus pestañas estaban húmedas por lágrimas no secadas.
Ángel alzó la mano para suavizar el ceño fruncido de Silvia, quien estaba demasiado cansada para moverse aunque sentía su toque.
Ángel la dejó dormir y se acercó a la ventana con una cajetilla de cigarrillos y un encendedor en la mano.
Hacía tiempo que no sentía algo tan fascinante, más aún que la satisfacción de firmar contratos millonarios.
Tal vez era por Silvia, esa mujer que desde que dejó su empleo se había vuelto esquiva, evitándolo como si fuera una serpiente venenosa, lo cual había despertado su deseo de conquistarla.
Quería verla derrumbarse, someterse.
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