Capítulo 219 Asumir el costo
Ricardo intentaba levantarse cuando José de repente le pisó fuertemente el pecho, haciéndole torcer el rostro de dolor, como si se le rompieran las costillas.
Ricardo exclamó: —¡Ustedes... tengan el valor de decirme sus nombres!
—¿Has estado fanfarroneando tanto en tu pequeño territorio que realmente crees que puedes hacer lo que quieras sin restricciones?— preguntó Eduardo con calma, colocando un extremo de una barra de acero bajo una piedra.
—Las personas cortas de miras, que piensan que poseen el cielo entero, se atreven a hacer cualquier cosa, a tocar a cualquiera, sin medir sus capacidades.
Ricardo sintió que, comparado con el hombre alto y robusto que le estaba pisando, el que hablaba despacio y metódicamente era aún más aterrador.
Su rostro se puso pálido y su voz tembló: —¡Tú... si te atreves a lastimarme! Te aseguro que te arrepentirás de haber venido a este mundo, ¡tú! ¡tú! ¡tú!
—¡Ah—!
José pateó una de sus piernas hacia el ángulo formado por la barra de acero y la piedra, y
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