Capítulo 42
Con todo lo que Diego ha hecho antes, siento algo de inquietud en mi corazón.
Los problemas con Diego están resueltos, pero queda Andrea.
—No me mires, no puedo dejarte vivir conmigo.
En cuanto a María, menos aún, ¿por qué debería ella vivir con un extraño?
—No importa, puedo vivir en cualquier parte.
Andrea, con una actitud indiferente, se da la vuelta y se va.
—Mamá, ¿a dónde vas?
Diego es solo un niño, y aunque no nos llevamos bien, corre tras su madre al ver que se va.
—¿Qué haces? ¿También quieres dormir en la calle?
—Suelta, no necesito que te metas.
Diego es fuerte, me da una palmada que me duele y me hace tirar de la boca.
—Papá, ¿estás bien?
Sergio, asustado, se pone completamente rojo y no puede evitar agarrar las manos luchadoras de Diego: —Diego, basta ya, le pegaste a papá.
—Lo hice a propósito, a ese hombre sin corazón.
—¿Qué has dicho?
¿Sin corazón? ¿Sin corazón y todavía lo acojo?
—¿De quién has aprendido eso?
¿De Pablo? ¿O de Andrea?
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