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Capítulo 7

Howard se quedó estupefacto. ¿A qué se refería el señor Joseph con que Lucille había sido acusada injustamente? ¿Y por qué de repente la mencionaba? ¿No había venido por la señora Collins? Pero en ese momento, Charles interviene: "Señor Joseph, se equivoca. Lucille no fue acusada injustamente. Anoche empujó a Zoey por las escaleras". Joseph lo miró de reojo y le preguntó: "¿Y tú quién eres?" "Me llamo Charles Jules, el hermano mayor de Lucille". Joseph hizo una mueca con los labios. "No me extraña". Charles enarcó las cejas y preguntó: "¿A qué se refiere?" Cuando Joseph respondió, su mirada se tornó sombría: "Si no le cree ni su propio hermano y habla a favor de una extraña, ¿cómo es posible que alguien más crea que la señorita Lucille fue acusada injustamente?" Charles se quedó sorprendido y no supo qué decir. Howard se sobresaltó de repente. Intentó descifrar el significado de las crípticas palabras de Joseph. Lucille enarcó una ceja y miró con interés a Joseph. Nunca esperó que él hablara por ella. Joseph se dio cuenta de que lo miraba y alzó la vista para encontrarse con sus ojos. Cuando sus miradas se cruzaron, se produjo entre ellos una chispa de emoción que fue creciendo poco a poco. Lucille permaneció serena y sin alterarse. Joseph se rio un poco y se levantó de la silla. "Ya he entregado el obsequio, así que no los molestaré más", dijo. En ese momento, Howard se ofreció a despedirlo. "No", contestó Joseph despreocupado mientras se abotonaba el traje. "Que la señorita Lucille me despida". Al oír sus palabras, un inquietante silencio se apoderó de la sala. Todas las miradas se posaron en Lucille, pero la atención que recibía era tan intensa que no pudo permanecer callada por más tiempo. "Señor Joseph, venga por aquí, por favor", dijo ella, caminando con seguridad e ignorando las distintas reacciones negativas que sentía a sus espaldas. Después, ella se detuvo delante del Maybach. "Señor Joseph, vaya con cuidado". Acto seguido, se dio la vuelta con la intención de irse. Pero Joseph le cerró el paso con la mano. "Espera". "¿Qué se le ofrece?" Lucille levantó la vista y lo miró fijamente a los ojos. Joseph la miró a los ojos y después volvió a bajar la cabeza. Esa acción sorprendió a Lucille, pues su corazón empezó a latir con más fuerza. Al acercarse a ella, se preguntó si estaría tramando algo. Ella dio dos pasos atrás, pero entonces escuchó una risa baja. En ese momento, ella se dio cuenta de que era una broma. Lucille, frustrada, miró a Joseph, pero este extendió la mano y reveló lo que tenía en la palma. "Esto se te cayó en mi auto", le dijo, mientras le mostraba la memoria USB. Lucille no lo podía creer. ¿Cómo pudo pasar? Ella había puesto la unidad USB en su bolsillo después de salir de la sala de vigilancia. ¿Cómo acabó en manos de Joseph? Él le entregó a Lucille la unidad USB, susurrándole con su voz grave y sexy: "La próxima vez procura no ser tan descuidada con tus pertenencias". "Y, si te enamoras de mí, te advierto que quizás no te deje ir tan fácilmente". Lucille se quedó muda. ¿Por qué tenía que ser tan coqueto cuando hablaba? ¿Es que no podía hablar como es debido? ¡Bang! "¡Ay!" Mientras tanto, Culver, quien se disponía a abrir la puerta del auto, quedó atónito por las palabras de Joseph y se cayó. Lucille lo miró, agarrando con fuerza la memoria USB. "Gracias", dijo. Después de ello, fingió no haber oído el comentario de Joseph y se dio la vuelta para irse. En el interior de la villa. Zoey estaba furiosa mirando la puerta desde lejos. No lograba entender por qué Joseph, un hombre de gustos tan refinados, trataba a Lucille, una est*pida, con tanta amabilidad. Parpadeó mientras simulaba estar preocupada y le preguntó a Howard: "Papá, he oído que Joseph tiene una enfermedad terminal y le quedan pocos días de vida. ¿Es cierto que la señora Collins quiere encontrarle una esposa en sus últimos días?" Howard frunció el ceño y advirtió: "La familia Collins es muy influyente y desprecia a quienes difunden chismes a sus espaldas. No vuelvas a decir esas barbaridades". Zoey bajó la cabeza, para no mostrar la frialdad de su mirada. "Desde luego, solo me preocupa que Lucille pueda ofender al señor Joseph sin darse cuenta. Después de todo, no podemos permitirnos molestar a la familia Collins". Howard se puso más serio. "¡Esta revoltosa, me ocuparé de ella más tarde!" En el momento en que hablaban, Lucille ya había entrado a la casa. De inmediato, Howard adoptó el papel de padre y preguntó: "Espero que no hayas dicho nada malo delante del señor Joseph. Te aseguro que no tienes ni punto de comparación con él..." Lucille no le hizo caso y subió las escaleras, dejándolo furioso en la sala. Cuando estuvo arriba, se dirigió a la habitación de Zoey y abrió la puerta de una patada, gritando: "¡Que alguien tire todos estos cachivaches!" Se acercó a toda prisa la sirvienta, Dahlia, y dijo: "Señorita Lucille, estas cosas son de la señorita Zoey..." "¡Empieza ya!" La voz de Lucille se oyó firme e implacable. La señora Dahlia era la única persona de la familia Jules que se preocupaba de verdad por Lucille. Al ver su actitud decidida, recogió con rapidez las pertenencias de Zoey y obedeció sus instrucciones, arrojándolo todo al pasillo. Lucille estaba en el umbral de la puerta, mirando los lujosos bolsos y la ropa esparcida por el suelo, con una sensación de satisfacción. Tal como esperaba, después de vengarse de Zoey, la dueña original de este cuerpo se sintió fortalecida. La señora Dahlia también se sintió liberada. A decir verdad, la señora Dahlia jamás entendió por qué Howard y los hermanos Jules trataban tan mal a la señorita Lucille. Ella era hija legítima de la familia Jules, sin embargo todos se mostraban indiferentes ante ella y preferían a la hija adoptiva, Zoey. Al principio, esta habitación era suya, pero después de que Zoey llegara a esta casa, lloró y suplicó hasta que consiguió tomar todo lo que pertenecía a Lucille. Ahora que la señorita Lucille había botado todas las pertenencias de Zoey, ¡fue algo satisfactorio de ver! Howard y los demás corrieron hacia allí cuando oyeron el alboroto y vieron que había ropa esparcida por todo el pasillo. Se pusieron furiosos ante ese panorama. "¡Lucille Jules! ¿Qué es lo que estás haciendo?" Gritó Howard. "¡¿Por qué estás tirando la ropa de Zoey?!" Pero Lucille lo ignoró y le dijo a la señora Dahlia: "Por favor, lleva mis cosas ahí". La señora Dahlia acató la orden y se dirigió a toda prisa a la habitación de Lucille para recoger sus pertenencias. Cuando Zoey vio toda su amada ropa, bolsos y joyas en el suelo, se enfadó muchísimo. Entonces se mordió el labio y empezó a llorar. "Papá, ¿de verdad Lucille me odia? ¿Qué hecho mal? ¿Por qué me trata así?" Las lágrimas de Zoey hicieron que la ira de Howard hacia Lucille se desatara de inmediato. "¡Lucille, b*starda, pídele disculpas a Zoey!" Le gritó. Charles sintió un vuelco en el corazón al ver llorar a Zoey. Por lo que, él le susurró: "No te preocupes, te ayudaremos con esto". Después se dio la vuelta hacia Lucille y le ordenó: "¡Rápido, recoge las cosas de Zoey y ponlas en su sitio, y discúlpate con ella!" "¿Quién te crees para hablarme en ese tono?" Lucille se apoyó en la puerta, con un aire de indiferencia y orgullo que contrastaba fuertemente con la niña mansa y obediente que solía ser. Su mirada brillaba con una firme convicción y todo en ella estaba lleno de una energía escalofriante e indomable. Parecía que se había convertido en otra persona. Los tres se quedaron atónitos, boquiabiertos y sin poder hablar ante la repentina y dominante aura de Lucille. Pero mientras más reflexionaba Howard sobre la situación, más se enfurecía. "¿Quién d*monios te ha dado la osadía de hablarnos de esa manera? ¡Largo de aquí! Vete ahora mismo".

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