Capítulo 6
Ante esta situación, Zoey apretó los dientes y deseó poder romperle la boca a Lucille.
¡M*erda! ¡¿Cómo es posible que esta z*rra se haya vuelto tan difícil de lidiar desde que despertó de ahogarse?!
"Papá, lo lamento". Zoey agachó la cabeza y volvió a llorar. "Es culpa mía. No debí haberme enamorado de Samuel. Por favor, golpéame y regáñame en su lugar".
Charles miró a Zoey con preocupación y dijo: "¿En qué era vivimos ahora? Ellos se quieren, ¡pero tú no dejas de molestarlo simplemente por un viejo compromiso pactado por la generación anterior! Tu comportamiento está deshonrando a nuestra familia, Lucille. No solo la empujaste por las escaleras, sino que ahora le faltas al respeto a tu propio padre. ¡Este comportamiento es inaceptable!"
Después de decir eso, Howard agitó su látigo y gritó: "¡Eres una rebelde! ¡Arrodíllate ahora!"
"¿Crees que tienes el derecho de hacer que lo haga?"
Lucille lo miró con desprecio. Ella solo se arrodillaría ante sus padres, con nadie más.
¿Quién se creía Howard? ¿De verdad creía que podía hacer que cualquiera se arrodillara ante él?
"¡Tú!" Howard estuvo a punto de perder los papeles, levantando el látigo y dispuesto a golpear a Lucille. "¡Te mataré hoy!"
Ella se echó a reír mientras sus labios se curvaban a la espera de la pelea.
En el momento en que bajó la muñeca, lista para golpear, una voz grave y potente resonó en la puerta, interrumpiendo la atmósfera cargada de tensión. "Señor Jules, por lo visto está ocupado. Me parece que he llegado en un momento inoportuno".
Howard permaneció inmóvil, tenso e impresionado, mientras miraba al recién llegado con incredulidad.
"S-Señor Joseph... " Tartamudeó, sin poder contener su sorpresa.
El nombre de Joseph Collins era conocido en todo el mundo de los negocios.
La familia Collins, una prestigiosa e influyente familia aristocrática que reinaba en la ciudad de Shein desde hacía más de un siglo, era conocida por su vasto poder e influencia.
Joseph, en cambio, era un hombre de notable talento y perspicacia estratégica. Era aclamado en el mundo de los negocios como el indiscutible "rey del comercio", gracias a su inigualable pericia y su astuta capacidad para tomar decisiones. Con su aguda perspicacia, él se ganaba el respeto de todos los habitantes de la ciudad de Shein, tanto de los jóvenes como de los mayores.
Entonces, ¿cómo es posible que una persona de tan alto rango aparezca de repente en su humilde casa? Si ellos dos no tenían ni la más remota posibilidad de cruzarse.
Zoey miraba a Joseph atónita, sintiendo los fuertes latidos de su corazón.
¡Era guapísimo!
Le resultaba difícil creer que existiera en el mundo un hombre tan impresionante.
Cuando vio a Joseph, a quien solo había oído nombrar, Zoey sintió que el corazón le latía con fuerza.
Entonces, comprendió la verdadera definición de la palabra "magnífico".
Howard se sintió igual de emocionado y se apresuró a saludarlo: "Señor Joseph, ¿qué hace aquí? Por favor, siéntese. Que alguien traiga té".
Joseph miró fijamente el látigo que tenía en la mano y preguntó: "Señor Jules, ¿me está dando la bienvenida o intenta ahuyentarme?"
Por lo que, Howard sonrió avergonzado y le entregó el látigo al mayordomo para que se lo llevara.
Hasta entonces, él nunca se había cruzado con alguien de la altura de Joseph.
Desde que Joseph llegó a su casa, se sintió con la responsabilidad de servirle con la máxima veneración y respeto.
"Le pido disculpas, señor Joseph, por mi descuido momentáneo. Por favor, perdóneme".
Bajó la mano con elegancia mientras tomaba asiento en el sofá. Luego Culver se acercó a él con una caja de seda perfectamente envuelta en la mano. "Esto es un obsequio de mi abuela, a modo de disculpa hacia el señor Jules", dijo con voz tranquila pero autoritaria.
Howard permaneció pasmado, hasta que se acordó de lo que había ocurrido hace dos días.
El auto de la señora Collins había chocado por detrás al de Howard.
En esa ocasión, Howard declinó su oferta de compensación, lo que había propiciado su actual encuentro.
No esperaba que la señora Collins mandara al mismísimo señor Joseph a su casa.
Howard estaba encantado, así que aceptó el regalo con gratitud. "Por favor, hágale llegar mi agradecimiento y mis saludos a la señora Collins".
Entonces Joseph contestó: "¿Puedo preguntar si su arrebato de hace un momento estaba relacionado con lo que le ocurrió anoche a la señorita Lucille? Oí que fue acusada injustamente".