Capítulo 387
La silla cayó con un sonido que rompió el aire y golpeó la cabeza de Salvador, interrumpiendo la frase que estaba a punto de terminar.
Braulio levantó la silla y vio que Salvador yacía inconsciente, con sangre cubriéndole el rostro.
Levantó de nuevo la silla y la dejó caer dos veces más.
¡Crack!
¡Crack!
Las dos piernas de Salvador se rompieron.
Braulio sostenía la silla y miraba a Ulises. Los demás soldados seguían inmóviles, como estatuas, manteniendo la postura de saludo.
Con algo de pesar, pensó que, con esos obstáculos presentes, no podría llevar a cabo su intención de matar.
Levantó la mano, tiró la silla y le dijo a Ulises:—¿Por qué sigues saludando?
Ulises respondió en voz alta:—Informe, estamos saludando. Si usted recibe el saludo, responde con un 'entendido' o devuelve el saludo, solo entonces puedo decir que el saludo ha terminado.
Braulio no sabía qué pensar. Este tipo era un cabeza dura. No podía creer que, sin una respuesta, no pudiera dejar de saludar.
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