Capítulo 66
Diego lanzó un grito desgarrador mientras era lanzado varios metros por los aires antes de estrellarse contra el suelo con un estruendo sordo.
Al mirar su rostro, este parecía el de una cabeza de cerdo hinchada.
“¡Ah!”
El dolor en su cara provocó que Diego emitiera un grito agudo y se retorciera, casi convulsionando por la intensidad del sufrimiento.
—¡Mátenlos, mátenlos a todos!
Diego rugió con rabia.
—¡Adelante!
Más de veinte pandilleros se lanzaron hacia adelante, blandiendo tubos de metal.
Adrián y Rafael, como dos tigres feroces, se lanzaron a la pelea, usando puños y patadas. En tan solo dos minutos, ya habían derrotado a los más de veinte pandilleros.
Ellos yacían por todo el suelo, gimiendo de dolor.
—Esto... esto... ¿cómo es posible?
Diego estaba asombrado. Nunca había visto personas tan poderosas; sus golpes eran como rocas gigantes cayendo. Cualquier golpe que recibían rompía huesos o costillas al instante.
Además, los tubos de metal al golpear sus cuerpos parecían no
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