Capítulo 39
Después de disparar, los rostros del hombre y la mujer reflejaban una sonrisa cruel, típica de quienes acaban de matar a alguien.
¡Puf, puf, puf!
Las seis balas acertaron su blanco, resonando el eco de las balas atravesando carne y sangre. No obstante, al instante siguiente, sus expresiones cambiaron por completo.
El motivo era que los disparos no habían alcanzado a Alejandro, ¡sino a Gabriel!
Nadie observó cómo Alejandro, en un abrir y cerrar de ojos, había logrado someter a Gabriel y utilizarlo como escudo humano. Sin embargo, era indiscutible que Gabriel estaba condenado.
Con seis balas en su cuerpo, Gabriel apenas luchó un momento antes de caer muerto.
Hasta en sus últimos instantes, mantenía los ojos abiertos, incapaz de creer que su fin llegaría por el arma de un camarada.
En ese instante, Luis empezó a sudar frío, preguntándose qué clase de maestro era Alejandro.
¡Puf!
Sin pausa alguna, mientras todos en la sala seguían en shock, Alejandro atacó de nuevo.
Dos destellos blancos a
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