Capítulo 92
Aquella noche, Ángeles se sentía abrumada, y aunque inicialmente se había alejado a instancias de ella, en el siguiente instante mordió su labio, se dio la vuelta y regresó para salvarla del abismo.
Lucía secaba las lágrimas que fluían incontrolablemente por sus mejillas y continuó diciendo: —Tía, hay dos cosas que lamentablemente más me arrepiento: la primera, haberte dejado atrás aquel día para salvar mi vida; la segunda, haber venido a Casa Vargas.
Ángeles escuchaba en silencio, su mirada cargada de complejidad, y luego pronunció el nombre de Lucía.
—Lucía.
—Aquí estoy, tía.
Ángeles realmente quería decirle, pero tú vas a traicionarme de nuevo.
Sin embargo, contuvo esas palabras y en cambio preguntó: —¿Sabes por qué volví aquel día para salvarte?
Lucía negó con sinceridad: —No lo sé. —Luego, pensativa, añadió: —Quizás porque sentías lástima por mí.
—No es eso.
Ángeles habló con calma: —Fue porque tus ojos en ese momento, eran exactamente como los de mi yo anterior.
Mi yo de una vida
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