Capítulo 593
¡Pero aquí en la casa Pérez, cuyos guardias y subordinados eran aterradores, por no mencionar que eran demasiados!
¿Qué vas a hacer ahora?
¡Algo mejor acostarse y recibir golpes!
Bárbara solo pudo agarrar el dobladillo de la ropa de Ángeles y aconsejarle: —La vida es muy preciosa, mejor vámonos de este lugar. Si no, morir aquí sería realmente algo indigno, ¡vámonos!
Ángeles no le hizo caso y se dirigió directo hacia esa gran puerta de hierro solemne.
En la casa Pérez había vigilancia estricta por dentro y por fuera, y en la entrada principal siempre había subordinados guardando, pero cuando Ángeles se acercó, la gran puerta se abrió lentamente y dos subordinados bien entrenados salieron apresurados de inmediato.
Bárbara estaba tan tensa, lista para pelear.
Pero esos dos subordinados hicieron una gran reverencia de noventa grados y saludaron respetuosos a Ángeles diciendo: —¡Señora Ángeles!
...
Bárbara levantó asombrada una ceja, como si lo entendiera, y su tensión nerviosa se relajó un

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