Capítulo 393
Definitivamente, El Calvo Asesino no quería aceptar el riesgo, pero no tenía otra opción.
Los hombres de la familia González lo observaban como tigres hambrientos listos para atacar, mientras los nueve mercenarios detrás de Ángeles parecían ansiosos por abrirle la boca y obligarlo en ese momento a decidirse.
En lugar de dejar que otros determinaran su destino, prefirió jugársela él mismo.
El Calvo Asesino tragó con cierta dificultad.
Un minuto, dos minutos pasaron, y no sintió ningún malestar en su cuerpo. ¡De inmediato se llenó de emoción!
¡Había tomado la decisión correcta!
¡Esa pastilla blanca no era venenosa!
—Señorita Ángeles, tú misma lo dijiste: "quien, apuesta, cumple". Ahora, ¿puedo irme?
Preguntó El Calvo Asesino con una sonrisa triunfante, temeroso de que Ángeles se retractara en cualquier momento.
Ángeles aceptó levemente, sin mostrar intención alguna de detenerlo.
El Calvo Asesino se levantó del suelo lo más rápido que pudo, sin preocuparse por nada más.
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