Capítulo 337
La atmósfera quedó en silencio por un instante.
—¡Jajajaja...!
Emilio se rio, y un brillo fugaz pasó por sus ojos color miel.
Berenice suspiró aliviada, creyendo que había acertado en su suposición. Pero, para su sorpresa, en el segundo siguiente, la sonrisa de Emilio desapareció, y con calma respondió:
—Te equivocaste grandemente.
Un chasquido de dedos resono.
—Llévensela fuera.
Mientras los dos macancanes la agarraban por los brazos y la arrastraban hacia la salida, Berenice pálida no podía entender lo que estaba sucediendo. ¿Dónde se había equivocado? ¿No era eso lo que Emilio pensaba?
¡No podía ser!
—Señor Emilio, ¿acaso va a dejar libre a Ángeles?
Ángeles le había lanzado esa brujería y lo había dejado con ambas manos inservibles. ¿Cómo podía Emilio dejar pasar algo así tan fácilmente? ¡Eso era un odio mortal!
Pero Emilio no dijo nada.
La puerta principal de la hacienda se abrió, y los dos hombres arrojaron a Berenice fuera.
No muy lejos, entre los arbus
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