Capítulo 292
Durante todos estos años, Emilio había buscado a muchos médicos para tratar su pierna, pero ninguno había podido curarla.
Todos esos médicos terminaban siendo despedidos con una frase de Emilio: Si no puedes curarla, entonces vete a morir.
Los seguidores no se atrevían a contradecirlo y, sumisos, preguntaron: —Señor Emilio, ¿debemos informar a la señora Leticia que nos dirigimos a Luz de Luna?
—No hace falta, déjala que siga rezando.
—Sí, señor.
Al amanecer, un avión partió de Ríoalegre hacia Luz de Luna.
...
Al mismo tiempo.
En Solarena, en la casa de los Pérez, un jet privado aterrizó con seguridad.
En la pista, una fila de autos de lujo y un grupo de subordinados bien entrenados esperaban respetuosamente, con la cabeza inclinada.
Al frente, rodeada por sus subordinados en una postura protectora, estaba la señorita de la familia Pérez, la señorita Lourdes.
Lourdes era ciega, no podía ver, pero eso no impedía que sus ojos tuvieran un brillo acuoso y su presencia
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