Capítulo 164
Ángeles agarró a Rubén y lo arrastró fuera del hoyo.
Cuando Rubén había caído en el hoyo, todavía intentó salir por su cuenta, pero Ángeles lo había pateado varias veces para mantenerlo dentro. Ahora que ella lo quería sacar, él se aferraba con desesperación a la tierra, negándose a salir.
—¡Ah, ah! ¿Qué haces? ¿Qué piensas hacer?
Era comprensible que Rubén estuviera tan aterrado; ese lugar era perfecto para un asesinato y para deshacerse de un cuerpo.
Estaban en una montaña trasera, cubierta de vegetación y maleza; más adelante había un barranco de altura mediana. En verano, cuando llovía mucho, el lugar se convertía en una cascada. Aunque era invierno, todavía corría un pequeño hilo de agua.
Mientras Ángeles lo arrastraba hacia allá, dijo: —Si no quieres hablar, entonces lo buscaré por mi cuenta. ¡De todos modos, todo el pueblo está buscándolo; tarde o temprano encontraremos a Zenón!
Rubén gritaba y forcejeaba con todas sus fuerzas.—¿No tienes miedo de que ya haya matado al niño?
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