Capítulo 9
—No me voy. Quiero estar contigo, Pedrín. ¡Vámonos! Escapemos juntos. ¿Por qué te casaste con ella?
Belén, agotada de tanto llorar, terminó en un estado de aturdimiento.
Cuando llegaron los de la familia López, Belén se negaba a marcharse. Finalmente, Pedro la cargó hasta la puerta y la entregó a sus familiares, —Cuídenla bien. —dijo, mientras la dejaba en manos de su familia.
Esa noche, Pedro no podía quitarse el dolor de cabeza.
Se dirigió a su estudio y comenzó a hojear los documentos que había recibido de su padre, página por página.
No estaba seguro de si lo que había hecho era correcto: casarse con una chica que no conocía solo para obtener los datos que necesitaba.
'Solo es un intercambio de favores', pensó.
Y con ese pensamiento, su mente se calmó un poco.
A la mañana siguiente.
Leticia se levantó para desayunar. Mientras se sentaba a la mesa, alguien le acercó un recipiente con agua.
Ella no entendía qué significaba.
Lourdes, con una mirada burlona, comentó, —Realmente, la educación en familias de bajo rango es distinta. Ni siquiera sabes lo más básico. Aunque lo desconozcas, seguro que lo habrás visto en televisión. ¿O es que ni televisión puedes permitirte?
Leticia sintió las palabras de burla y apretó los puños, recordándose a sí misma que debía aguantar.
Observó atentamente los movimientos de Lourdes, imitando lo que hacía para no cometer errores.
Lourdes la miraba con desprecio y murmuró lo suficientemente alto como para que todos la oyeran, —Comparada con Beli, hay una diferencia abismal. ¿Cómo pudieron terminar eligiendo a alguien como ella?
Raúl, sentado a su lado, tosió ligeramente para advertir a su esposa, —Si Leti no sabe, como su cuñada mayor, deberías enseñarle. ¿Para qué mencionar a otras personas?
—¿No puedo comparar acaso? —respondió Lourdes en voz baja, pero sin ocultar su disgusto.
Sentada frente a Leticia, su expresión no mostraba ni un ápice de amabilidad, —Si alguien llegara a presentarme una muchacha así para mi hijo, me moriría antes de permitirlo.
—¡Basta! —Raúl, molesto, levantó la voz. Sabía perfectamente a qué se refería su esposa.
Lourdes estaba criticando la decisión que él y Don Fernández habían tomado al escoger a Leticia como la esposa de Pedro.
—Tú solo eres la cuñada de Pedrín, no tienes derecho a opinar sobre su matrimonio. —espetó, visiblemente enojado. La tensión en la mesa era palpable mientras Raúl le hacía ver a su esposa que había ido demasiado lejos.
Don Fernández llegó lentamente y preguntó, —¿Por qué tanto alboroto?
Después de haber descansado, su humor había mejorado mucho y ya no estaba enfadado por el incidente de la noche anterior con Leticia.
Se sentó y notó que el asiento al lado de Leticia estaba vacío, —Leti, ¿dónde está Pedrín? Ve a llamarlo para que baje a desayunar. —dijo.
Leticia miró el asiento vacío a su lado y no supo cómo explicarle que Pedro no estaba en casa.
Marco, entendiendo su incomodidad, intervino, —Pedrín no estuvo en casa anoche. Quizá se fue a la oficina.
—¡¿Qué?! ¡En su noche de bodas se fue a la oficina! ¿No te dije que lo vigilaras? ¿Por qué nadie me lo informó anoche? ¿Acaso quieren rebelarse? —Don Fernández estalló en furia.
Lourdes, con tono sarcástico, añadió, —Si no le gusta quién está en su cama, claro que va a huir lo más lejos posible.
Raúl no pudo contenerse y le gritó, —¡Cállate!
Era el segundo día desde que la nueva esposa había entrado en la familia, y aunque Leticia se mantenía en silencio, claramente estaba siendo maltratada.
Raúl no podía tolerar más la actitud de su esposa y la tomó del brazo, apartándola de la mesa.
Don Fernández, furioso, golpeó la mesa y ordenó, —¡Llamen a Pedro Fernández de inmediato! Esto es inaceptable.
—Sí, señor. —respondieron los sirvientes rápidamente.
De vuelta en el dormitorio, Raúl soltó a Lourdes con un gesto brusco y, señalándola, dijo, —No creas que no sé lo que estás pensando. No estás contenta, no estás de acuerdo, pero tú solo eres la cuñada de Pedrín, no tienes derecho a meterte en su matrimonio. Y tampoco creas que no sé lo que tienes en mente respecto a nuestro hijo. Lo que Oscar decida hacer en el futuro es asunto suyo, y tú no puedes decidir su camino por él.
Lourdes, furiosa, replicó, —¿Qué estás insinuando? ¡Explícate! ¿De qué plan me estás acusando? Raúl Fernández, llevo 20 años casada contigo, ¿y aún así no valgo más que esa Leticia que apenas ha puesto un pie en esta casa? ¡Parece que la que te gusta es Leticia!
—¡Qué tonterías dices! —gritó Raúl, apretando los dientes y levantando la mano, casi golpeando a Lourdes en la cara, pero conteniéndose en el último segundo.