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Capítulo 8

Con sus acciones, Pedro dejaba claro a Leticia su desagrado hacia ella. Ahora que Leticia estaba en la familia Fernández, no solo su suegro ya le tenía aversión, sino que su propio esposo la ignoraba por completo. Con un suspiro cansado, Leticia regresó a la habitación nupcial. La habitación estaba completamente decorada en tonos rojos, lo que para ella no era más que una burla cruel. Ordenó un poco el sofá sin tocar nada más en la habitación, y se tumbó allí, cerrando los ojos. Mientras tanto, el alcalde Raúl Fernández regresó a su dormitorio. Su esposa, Lourdes, ya estaba acostada. Él le dijo, —Lulu, ve a acompañar a Leti. Es su primer día en la familia, y Pedrín ya le ha dado la espalda. Si la gente se entera, pensarán que la familia Fernández no sabe cómo tratar a la gente. Lourdes nunca estuvo conforme con este matrimonio, y aunque se opuso en su momento, nadie en la familia escuchó su opinión. —Si ni siquiera puede retener a su propio marido, no voy a ir. Raúl insistió, —Lulu, eres su cuñada y además la señora principal de la familia Fernández. Es lo correcto, tanto por familia como por decoro, que vayas. Lourdes, visiblemente molesta, replicó, —¿Crees que se lo merece? Solo alguien con descaro se atrevería a casarse así. Apagó la lámpara con un gesto decidido y dijo, —A dormir. Esa misma noche, Pedro condujo solo hasta Villa Sol y Mar. Para él, ese era su verdadero “hogar”. Solía vivir solo en esa casa, y rara vez pasaba más de diez días al año en la residencia principal de los Fernández, donde nunca se sentía cómodo. Así que, como siempre, se dirigió a su refugio. Al aparcar el carro, notó que había una mujer completamente borracha sentada en la entrada, con una botella de alcohol en la mano. Su mirada estaba perdida, fija en las luces del auto que se acercaba. Pedro apagó los faros y salió del carro. Al acercarse a la puerta, preguntó, —¿Qué haces aquí? Belén López, al verlo, rompió en lágrimas antes de poder decir nada, —¿Por qué? ¿Por qué te casaste con ella? Dijo mientras las lágrimas corrían desde sus ojos hasta la punta de su nariz, con los ojos enrojecidos, como si hubiera llorado durante horas. Belén, vestida con un llamativo vestido rojo, bloqueaba la entrada de su casa. Con voz suave y temblorosa, preguntó, —Pedrín, dime, ¿por qué? Belén lloró hasta quedarse sin fuerzas, como si todo su cuerpo hubiera sido drenado de energía, incapaz siquiera de levantarse. Pedro la miró y dijo, —Has bebido demasiado. —No, no lo he hecho. —respondió Belén con desesperación, —Sabes lo que siento por ti, Pedrín. Te he amado durante 15 años. Soy la mujer que ha estado más tiempo a tu lado. Siempre pensé que si te casabas, esa persona sería yo. ¿Por qué fue ella? ¿Es solo porque es más joven que yo? Pedro subió los escalones, se inclinó y la levantó en brazos, llevándola dentro de Villa Sol y Mar. Mientras él la cargaba, ella seguía murmurando. —No eres ese tipo de hombre. Dime, ¿por qué te casaste con ella? No la amas, ¿verdad? ¿Verdad que me amas a mí? La depositó en el sofá y, con tono firme, le dijo, —Despierta y vete cuando te sientas mejor. —¡No quiero irme! —gritó Belén, desesperada. —¿Es que acaso he dado en el clavo? ¿Estás huyendo de lo que sientes? Pedrín, si la amaras, no estarías aquí solo en tu noche de bodas. Si la amaras, la habrías traído aquí, no a la residencia familiar. Belén sollozaba con el corazón destrozado, —Te he esperado durante 15 años, y te conozco mejor que nadie. La mujer que logre vivir en Villa Sol y Mar será la que realmente reconozcas como tuya. —Pedrín, esa mujer soy yo, ¿verdad? —Pero, ¿por qué te casaste con ella? ¿Quién es ella? ¿Por qué se entrometió en lo nuestro? Desde que Belén se enteró de que Pedro se iba a casar, su padre, temiendo que causara una escena en la boda, la encerró en casa y no la dejó salir hasta bien entrada la noche. No podía aceptar que el hombre que amaba hubiera contraído matrimonio con otra. Pedro miraba a la mujer llorando desconsoladamente a sus pies, incapaz de darle una explicación que la calmara. Finalmente, sacó su celular y llamó a la familia López, —Está en mi casa, ha bebido demasiado. Vengan a recogerla.

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