Capítulo 22 Quien cava una fosa, cae en ella
Simón, tras hablar, levantó el saco de rafia y se dispuso a marcharse.
Sara lo detuvo de un tirón, le arrebató el saco y le reclamó con severidad: —¿De verdad crees que soy alguien que usa a los demás y luego los desecha?
—¿Importa si lo eres o no?
—¿Qué quieres decir con eso?
—Si no hubiera conocido a Héctor por pura casualidad, si no hubiera ayudado sin querer al Grupo Pionero, ¿habrías venido a verme al dormitorio? ¡Obviamente no! ¡Jamás habrías venido! Entonces, seguiría viviendo en este sótano, infestado de ratas y cucarachas, como si fuera un basurero.
Eso solo demuestra que, en tu corazón, yo no significo nada. Seguir siendo tu asistente ya no tiene sentido. No nos hagamos perder más el tiempo. Terminemos bien, cada cual por su lado. Ni siquiera quiero el salario de estos dos días. ¡Me voy ahora mismo!
—¡No te vas!
Sara se plantó frente a Simón para impedirle salir.
No sabía por qué, pero al escuchar que Simón quería irse, sintió un leve dolor en el pecho. Era como si el hombre

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