Capítulo 91
Raquel fue levantada y colocada en el asiento del copiloto de su lujoso Rolls-Royce Phantom. Alberto subió al asiento del conductor.
Con sus manos de dedos largos y articulados, presionó el volante. Pisó el acelerador, y el automóvil avanzó de manera suave y rápida sobre la carretera.
El delicado cuerpo de Raquel estaba envuelto en el abrigo de Alberto, rodeada por su aroma limpio y fresco, y por su temperatura corporal. Las pequeñas alas de su nariz se pusieron rojas, y una extraña emoción comenzó a ondular en su pecho. En verdad no esperaba que él viniera.
En ese entonces, él no había venido.
Pero ahora, él había llegado.
Raquel giró la cabeza para mirar su perfil, que era tan apuesto y esculpido: —Presidente Alberto, le agradezco mucho.
Alberto, con sus largos dedos, giró el volante y, con los labios apretados, preguntó: —¿Por qué no me lo dijiste?
Raquel titubeó: —Yo...
—Te lo pregunté tantas veces, ¿por qué no dijiste nada? Si yo hubiera llegado un poco más tarde, ¿sabes cuáles ha
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