Capítulo 80
Su movimiento era apresurado, y cuanto más se apresuraba, más desordenado se volvía. No podía deshacer su cabello de ninguna manera; al contrario, se enredaba aún más en los botones de su pijama.
Raquel cambió de postura, tirando con fuerza de su cabello.
En ese momento, una voz masculina, ligeramente rasposa, llegó desde arriba: —Raquel.
Él estaba llamando su nombre.
¡Paf!
Raquel, con fuerza, tiró de su cabello hasta romperlo y, finalmente, lo liberó.
Se sentó rápidamente: —¿Qué fue lo que sucedio?
Alberto la miró: —¿Lo hiciste a propósito?
Raquel, al darse cuenta de lo anormal, se percató de que, mientras trataba de deshacer el botón, ya se había subido sobre él.
Su mente se quedó en blanco, un ruido ensordecedor llenó su cabeza.
La cintura estrecha y tonificada de Alberto estaba justo debajo de ella.
El borde de los ojos alargados de Alberto se enrojeció de inmediato, y los músculos bajo su pijama de seda se tensaron, marcándose claramente. Extendió su mano y l
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