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Capítulo 7

Ana sonrió con los labios rojos, irradiando dulzura en su corazón. Se acomodó en los brazos de Alberto, suavizándose, y luego levantó su rostro delicado para mirarlo: —Sabía que no podrías dejarme, que no me abandonarías. Alberto, como el hombre más rico de Solarena, era apuesto y elegante, tan poderoso que podía controlar cualquier situación. Cumplía con todas las expectativas que Ana tenía sobre los hombres. Sin embargo, tres años atrás, sufrió un accidente de auto que lo dejó en estado vegetativo. Los médicos declararon que nunca despertaría. ¿Cómo podía ella desperdiciar su juventud esperándolo? Así que se fue. ¿Quién habría pensado que Raquel se casaría con él y que, en solo tres años, Alberto despertaría? Ella aún no entendía cómo había despertado. ¿Acaso Raquel había tenido suerte? Los médicos dijeron que era un milagro médico. Por eso, ella volvió. Sabía que Alberto la amaba, que no la rechazaría. Alberto miró el rostro delicado de Ana: —Si no fuera por lo que pasó... ¿crees que te trataría así? Al escuchar la mención de "lo que pasó", Ana se detuvo un momento, y un atisbo de culpa apareció en sus ojos. Ana cambió de tema: —¿Has tenido sexo con Raquel? Alberto bajó la mirada: —¿No estaría contigo si no hubiera estado con ella? Ana sabía que él no había tenido relaciones con Raquel, solo hacía la pregunta para provocarlo. Él siguió el juego, llevando la conversación de manera ambigua. A Ana le gustaba verlo así, como un hombre maduro, con ese aire de misterio y una voz que provocaba rubor con tan solo una frase. Ana rodeó su cuello con ambos brazos y acercó sus labios rojos a los suyos, soltando un suspiro delicado: —¿Quieres tener sexo conmigo? Francisco, que había trabajado junto a Alberto durante varios años, subió respetuosamente el separador entre los asientos. Alberto miró a Ana, pero no dijo nada. Ana llevaba un vestido rojo sin mangas. Debido a la posición en la que estaba sentada, la falda se había subido un poco, mostrando sus piernas. Ana ajustó sus brazos, abrazándolo con firmeza por el cuello: —Habla, ¿quieres o no tener sexo? Solo necesitaba escuchar una palabra de él, y todo podría suceder en ese momento. Alberto entendió lo que ella quería decir. Pero de repente, la imagen de lo ocurrido en el bar vino a su mente. Raquel había preguntado si le gustaban más sus piernas o las de Ana. No entendía por qué pensaba en Raquel en ese momento. Alberto retiró la mano de Ana de su cuello: —No me he divorciado aún. Ana, sorprendida, lo miró: —¿Y qué tiene eso que ver? Alberto, con tono frío, respondió: —No tengo intenciones de hacer algo mientras esté casado. Ana guardó silencio. Toda la emoción se desvaneció. Alberto había terminado con todo. Ana se bajó de su pierna enfadada. Ella también tenía orgullo. Si Alberto quería algo de ella, debía ganárselo. Ana miró a Alberto: —Entonces, ¿cuándo te divorcias de Raquel? Alberto levantó la mirada hacia la ventana. En realidad, si Raquel tomara la iniciativa de divorciarse, no le importaría, porque ya había estado pensando en hacerlo. Alberto respondió con tono distante: —Muy pronto. ... Raquel y Laura regresaron al apartamento. Raquel se tiró en su cama suave. Después de la indulgencia de esa noche, su vida volvería a la normalidad. Raquel sacó su celular y abrió WhatsApp. Tenía dos cuentas de WhatsApp. Durante estos tres años, había estado usando la cuenta de "señora Raquel" y ahora esa cuenta quedaba fuera de servicio. Raquel ingresó a la otra cuenta. Justo al entrar, ding ding ding, el grupo de WhatsApp "Familia unida y feliz" se llenó de notificaciones. Raquel lo abrió, y Javier escribió: —¡Wow, Raquel por fin está en línea! José: —Bienvenida, Raquel. Luis: —Te envío un beso volador, Raquel. Javier, José y Luis estaban llenos de entusiasmo, celebrando su regreso. Javier: —Hace tres años, Raquel, cuando estabas con el corazón lleno de amor y te despedías de tu abuelo, decidiste bajar al mundo para divertirte un poco con algún hombre. ¿Qué tal, Raquel, es divertido? Raquel respondió: —No es divertido. José: —Parece que Raquel ha tenido un desengaño amoroso, jajaja. Luis: —Vaya, parece que hay alguien que Raquel no pudo conquistar, jajaja. Javier: —No se burlen de Raquel, estos tres años fueron como una lección para ella, perdón, es que está tan gracioso que no me aguanto, jajajaja. Raquel, molesta, guardó silencio. Realmente quería sacar a esos tres del grupo. Raquel movió los dedos y cambió el nombre del grupo de "Familia unida y feliz" a "Familia que se interfiere". Justo en ese momento, Luis volvió al tema serio. —Raquel, ya es hora de que salgas, hay una gran demanda de personas para cirugía. Te he conseguido una cirugía complicada de corazón, mañana en el Hospital San Juan de Dios. Raquel envió un "OK". Salió del grupo, y de repente notó una solicitud de amistad. Abrió el mensaje y, para su sorpresa, era de Alberto. Alberto quería agregarla como contacto en WhatsApp. Era algo irónico. Durante estos tres años, ella había enviado mensajes a su cuenta de "Señora Díaz Raquel", pero él nunca le respondió. Ahora que había entrado en esta cuenta nueva, él de repente quería agregarla como contacto. ¡Antes no te importaba, ahora no me alcanzas! Raquel tocó el botón en su pantalla... ... Grupo Díaz. Grupo Díaz era el emblema de Solarena, controlando toda la economía de la ciudad. Se alzaba hacia las nubes, y en la noche, su belleza y elegancia se hacían aún más evidentes. Después de dejar a Ana en su casa, Alberto llegó a la oficina del presidente. Se sentó en la silla de cuero negro para revisar documentos. Con la pluma en la mano, firmó con fuerza al pie de los papeles, su firma era firme y precisa. El reflejo de la ciudad iluminada brillaba en la ventana de vidrio detrás de él, enmarcando al hombre. Ding. El sonido del celular rompió el silencio. Alberto tomó su celular y vio que su genial compañera le había respondido. Cuando vio la respuesta, se sorprendió un poco, luego sonrió con los labios finos, soltando una risa burlona...

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