Capítulo 27

Danilo pateó con fuerza y Yaritza cayó de rodillas al suelo. Danilo acogió suavemente a Alessia en sus brazos. —Ali, ¡he hecho que te pidan disculpas! Te dije que no permitiría que nadie te molestara. Ali, cuando salgamos, no dejaré que nadie te moleste. Mientras miraba la resuelta espalda de Danilo alejándose y recordaba las palabras que le había dicho innumerables veces en la mazmorra, las lágrimas nublaron la vista de Yaritza en un instante. Ella pensó que el mundo era realmente irónico; había sido forzada a arrodillarse dos veces, una por el hombre que más amaba y la otra, por su amigo del alma con quien compartió vida y muerte. Las personas que más le importaban siempre pisoteaban su dignidad sin dudarlo. Las rodillas de Yaritza dolían terriblemente, y también le empezó a doler el estómago. Mucho después de que Danilo y Alessia se hubieran ido, apenas logró levantarse apoyándose en la pared. Caminaba por las calles llenas de coches como un cadáver; de repente sintió que el camino