Capítulo 6

Alejandra no pensaba decirle la verdad… al menos no todavía. —Me siento un poco cansada. Pensaba tomarme unos días fuera de la universidad para descansar, recorrer los alrededores. Nada muy lejos. Respondió con total naturalidad mientras le mostraba las guías turísticas que tenía abiertas. Ramón, al ver que no mentía, soltó el aire contenido y aflojó la mano que la sujetaba. —Menos mal… Ya decía yo que no podías ser tan rencorosa. Es solo una patente, ¿no? Si tanto te gusta inventar, pues la próxima haces otra y ya. En ese momento, le sonó el celular. Era Mauricio desde el hospital, —Moncho, ¿dónde estás? Pili despertó y no te encontró, se alteró otra vez. Está gritando, quiso golpearse contra la pared y perdió mucha sangre. ¡Vente ya! Ramón se puso pálido y se apresuró a salir, pero antes de irse, volteó para decir. —Tómate el tiempo que necesites para despejarte, solo asegúrate de no irte muy lejos. Alejandra le dedicó una sonrisa silenciosa. 'Tranquilo… no voy a ir tan lejos. Solo lo suficiente para que no puedan encontrarme.' Mientras cruzaba el patio, Ramón miró con desagrado la montaña de cenizas en el barril. Sentía un malestar clavado en el pecho. Pero pronto se convenció de que no valía la pena. 'Ya que fue ella quien rompió todo, ¿por qué tendría yo que cargar con la culpa?' Y aun así… No podía sacarse de la cabeza esa sensación extraña. 'Algo me está escondiendo… ¿pero qué?' Sacudió la cabeza. 'Ya, basta de tonterías. ¿A dónde podría ir? Ahora lo importante es cuidar a Pilar, no tengo cabeza para otra cosa.' Con ese pensamiento, Ramón dio la vuelta y, como tantas otras veces, dejó a Alejandra detrás. En los días siguientes, Alejandra se unió a un tour local y visitó todos los sitios turísticos de la ciudad. Estaba rodeada de jóvenes de su edad y el ambiente era genial. Vieron el atardecer desde la cima de una montaña, cantaron bajo las estrellas, hicieron parrilladas al aire libre. Ahí, lejos de dramas familiares y corazones rotos, Alejandra empezó a convencerse de algo. 'El único camino que vale la pena es el que recorres por ti misma.' La última parada del viaje fue un restaurante-jardín bastante elegante. Alejandra había encontrado una mesa junto a la ventana y estaba lista para disfrutar de una tarde tranquila, cuando vio a alguien entrar por la puerta. Era Pilar Gutiérrez. Ese día también marcaba la salida del hospital de Pilar. Toda su familia estaba celebrando a lo grande. Eligieron la mesa más llamativa del restaurante y la decoraron con champaña, regalos, pastel… Todo lo que Alejandra jamás había tenido, ahora estaba ahí, desplegado frente a Pilar como si fuera una princesa de cuento. Braulio estaba sirviendo copas cuando Ramón, con el ceño fruncido, dijo. —Don Gómez, Pila acaba de salir del hospital, no debería beber. —¿Y qué? Si nadie me acompaña, ¿no se desperdicia el vino? ¿Por qué no te tomas tú un par de copas por ella, Ramo? —No te preocupes, hermano, un poco no me hará daño. —susurró Pilar dulcemente al oído de Ramón, acercándosele con una sonrisa encantadora, —Mi tío está tan contento hoy… no quiero arruinarle la fiesta. Déjame beber, ¿sí? La cercanía, el tono de voz, la forma en que se recargó en él… Desde afuera, parecían claramente una parejita en pleno romance. Mauricio no tardó en bromear al ver la escena, —Bueno, si no va a tomar… ¡mínimo que se den un beso! Los ojos de Braulio brillaron al instante, —¡Eso! Si se besan, prometo que no le sirvo más a mi sobrina. El rostro de Pilar se tiñó de rojo, pero no dijo que no. Solo volteó a mirar a Ramón. Tenía la mirada llena de coquetería y el mentón ligeramente alzado, como si estuviera esperando una señal. Ramón sintió que se le secaba la garganta con solo verla así. Justo cuando dudaba qué hacer, Pilar se lanzó. Se le acercó y lo besó directamente en los labios. Él no lo vio venir. Su primer instinto fue apartarla. Pero en cuanto sintió su piel cálida, su cuerpo suave pegado al suyo, se le nubló la razón. Y al final, cayó rendido ante ella, devolviéndole el beso con una respiración entrecortada.