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Capítulo 6

Ximena encontró la mirada de Miguel, quien la observaba con una sonrisa irónica, como si fuera un extraño intentando discernir su incomodidad. Ella apretó los dedos, y la última esperanza en su corazón se disipó. No esquivó su mirada y le respondió como él deseaba: —Ah, hola cuñada. Julia, sonriendo aún más, abrazó la cintura de Miguel y actuó con coquetería. Miguel se detuvo, echó un vistazo a Ximena y luego bajó la cabeza para guiar a Julia al salón. —¿Por qué te das aires de grandeza? —Isabel se acercó, burlándose,— ¡Miguel ya no tiene interés en una mujer casada! —En cuanto a la señorita Carmen, a quien el jefe Diego celebró ayer su cumpleaños, es una reciente doctora en ingeniería aeronáutica muy codiciada en los círculos empresariales. ¿Cómo podrías compararte con ella, una simple ama de casa que solo sabe cocinar y acostarse? —¿Temes ser despedida y por eso ahora buscas apoyo en la familia García? Este desastroso matrimonio, todos están viendo su fracaso... Ximena torció el corazón y dejó el regalo que llevaba en la mano. —No te preocupes, mi bienestar futuro, sea bueno o malo, no tendrá nada que ver con la familia García; después de todo, mi apellido es Aguilar. Se marchó sin mirar atrás. Quedarse solo empeoraría las cosas. —¿Se fue? Héctor salió del salón lateral, justo a tiempo para ver la resuelta espalda de Ximena alejándose, con una expresión algo desagradable. Isabel volvió en sí y no pudo evitar murmurar: —Papá, mira su actitud. No nos respeta, ni siquiera a ti. Te digo, el jefe Diego terminará divorciándose de ella tarde o temprano. Después de estos tres años, Héctor también lo había visto claro: Ximena nunca se había ganado el corazón de Diego. Excepto por esa vez al principio del matrimonio, cuando utilizó a Ximena para obtener beneficios de acciones de la familia Ruiz; después, muchos proyectos de la familia García que quisieron apoyarse en la familia Ruiz no tuvieron ningún favor. ¡Diego nunca había considerado a su suegro! ¿No es porque Ximena no da la talla? ¡Ni siquiera puede ganarse el corazón de su marido! ¡qué inútil! Frunció el ceño y miró a Isabel. —También estás llegando a una edad; Ximena es inútil, pero yo podré darte una oportunidad de encontrarte con el jefe Diego. Isabel entendió lo que eso significaba. Ella se tensó un momento y, por reflejo, miró hacia Miguel, encontrándolo, sonriendo maliciosamente mientras alimentaba a Julia con uvas. Se mordió el labio, y una sombra de agravio cruzó por sus ojos... ... Ximena alquiló un apartamento de dos habitaciones y un salón, completamente amueblado; simplemente entró con sus maletas. Firmó un contrato de un año, a solo dos kilómetros del hospital que frecuentaba. Lo cual le facilitaba ir en cualquier momento que necesitara. Viniendo de casa García con la cabeza pesada, pero Ximena no olvidó bloquear a Diego en Instagram. Conservó su número de celular, por si acaso él le avisaba para ir al registro civil a formalizar el divorcio. Lo que tenía que hacer ahora era aguantar los treinta días del período de reflexión del divorcio. Dejó su celular a un lado, se dio un baño y se tumbó en la cama para dormirse. Mientras tanto. Diego regresó a la villa, donde el vestíbulo estaba oscuro. Antes, no importaba cuán tarde fuese, Ximena siempre dejaba una luz encendida esperándolo, avanzaba gentilmente para recibir su abrigo y llevar su ropa para lavar. Él raramente volvía a casa, excepto en esos pocos días específicos del mes, cuando venía ‘para expandir la familia’. Hoy, al extender la mano por costumbre para pasar el abrigo y encontrarse con el vacío, miró alrededor frunciendo el ceño. ¿Un berrinche? Subió las escaleras y empujó la puerta del dormitorio principal, esperando que, como mucho, Ximena no le esperara y se hubiera acostado temprano en una ‘protesta’, pero la cama estaba vacía. La villa estaba completamente silenciosa y sin luces. Ximena no estaba en casa. Adrián le había informado sobre la actitud de Ximena hacia Carmen, incluso llegando a la confrontación en la corte. Y ahora... Diego se aflojó la corbata y sonrió con desdén. ¿Aprendió a huir de casa? Pero no le importaba. ¡Era hora de que se calmara por su cuenta!

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