Capítulo 2 ¿Por Qué No Me Atrevo?
—¿Quién dice que no me atrevo?
Angélica se tambaleó por un momento y soltó un eructo alcohólico.
El tipo la observó profundamente otra vez y la acompañó fuera del bar.
Bajo los efectos del alcohol, no recordaba cómo había terminado en el auto negro, ni cómo había ingresado en la habitación del hotel.
No fue hasta que el tipo la presionó contra la pared, sintiendo el frío de esta en su espalda, que notó la luz cálida de la habitación.
—Lo haremos sin luz...— murmuró ella.
El tipo, con sus ojos oscuros clavados en ella, ignoró completamente su petición.
Habló de nuevo con una voz ronca: —Aún estás a tiempo de arrepentirte.
Angélica sintió que él la subestimaba. ¿Por qué no se atrevería a tener sexo?
—Si Daniel puede hacerlo, ¿por qué yo no?
Luego, levantó sus manos hacia su nuca, se puso de puntillas y fijó su mirada en los delgados labios frente a ella, besándolos.
Sus labios se encontraban, rozándose suavemente de vez en cuando.
El tipo se quedó paralizado por un instante, dándose cuenta de que ella no sabía besar. Estaba a punto de detenerse cuando una mano sostuvo su cintura y la otra se colocó en su nuca.
Él la guio con delicadeza, enseñándole a explorar esos recónditos de placer que ella no conocía.
Angélica se sintió envuelta en ternura, su corazón latía rápidamente, pero poco a poco se relajó.
En el clímax de la emoción, el tipo le habló con voz baja y calmada, pidiéndole que no se tensara.
Angélica frunció el ceño, observando cómo las largas pestañas del tipo temblaban ligeramente; su cara guapa irradiaba contención.
Una ola de emociones intensas la inundó, sus ojos se llenaron de lágrimas y él la abrazó fuertemente.
Pronto, Angélica sintió algo diferente; era su propia codicia.
El tipo bajó la mirada hacia su expresión, sonrió brevemente y la llevó a través de múltiples experiencias.
Al abrir los ojos, ya era de día.
Angélica, aturdida, no sabía dónde estaba, se sentó confundida mientras los recuerdos de la noche anterior regresaban como una marea.
¿Me deseas?
No te decepcionarás.
¡Dios mío, qué palabras tan cochinas había dicho!
Volvió a mirar la cama desordenada debajo de ella y casi se desmaya.
Angélica giró la cabeza, aliviada al ver que ya no había nadie a su lado, solo para oír el sonido del agua en el baño y ver una silueta reflejada en el vidrio esmerilado.
Ignorando su malestar, se vistió rápidamente, tomó su bolso y sus zapatos, y salió corriendo por la puerta del hotel.
Justo al salir, subió a un taxi que estaba esperando.
Una vez calmada, su mente no podía dejar de recordar la noche anterior. Angélica se lamentaba, ¿cómo había terminado teniendo sexo con un extraño?
¡Su primer beso!
Y además... ¡habían cogido tres veces esa noche!
Llegó a la empresa después de la hora de entrada.
Justo al entrar en la secretaría del presidente, una colega se acercó, —¿Cómo es que llegas tan tarde? El presidente Daniel te está buscando.
En Grupo Herrera, aparte del asistente de Daniel, nadie conocía su identidad.
—Tráfico. Voy ahora mismo.
Angélica dejó su bolso, recogió los documentos que debería haber firmado el día anterior, y se dirigió a la oficina de Daniel.
Tras tocar dos veces, acompañado de un “adelante”, empujó la puerta y entró.
Detrás del escritorio, Daniel estaba revisando documentos. Tras un momento, levantó la vista y se levantó para acercarse a ella.
—¿Por qué no contestaste mi llamada anoche?
Su tono era suave, su rostro apuesto mostraba una leve reprimenda preocupada. —¿Sabes lo preocupado que estaba? Temía que algo malo te hubiera pasado.
En el camino aquí, ella había visto tres llamadas perdidas de Daniel en su celular.
Angélica miró la cara frente a ella, su expresión era tan sincera, como si realmente estuviera preocupado por ella.
—Ayer, cuando salí del trabajo, la tienda de vestidos de novia me llamó para decirme que mi vestido estaba listo. Quería que vinieras conmigo, pero no estabas, y después de probarlo fui a visitar a mi madre al hospital, puse mi teléfono en silencio y no vi tus llamadas.
Daniel movió un mechón de cabello de ella detrás de su oreja.
—Había un problema en la sucursal y tuve que ir allí un momento. Deberías haberme llamado. ¿Cómo quedó el vestido? Si no te gusta, todavía tenemos tiempo para diseñar otro.
Angélica lo examinó detenidamente, sin poder detectar ninguna falla en su expresión, como si lo que había oído ayer fuera ajeno a él.
¿Había escuchado mal? ¿La persona en el vestidor no era Daniel?
—¿Qué es lo que pasa?— Preguntó Daniel, extrañado al ver que ella lo miraba fijamente. —Veo que te ves un poco pálida, ¿es que tu madre está peor?
Angélica sacudió la cabeza, su voz era un poco ronca.
—Probablemente porque no dormí bien anoche en el hospital.
Daniel tomó los documentos de sus manos y los puso sobre el escritorio. —Te daré el día libre hoy. Dejaré que el chofer te lleve a casa para que puedas descansar, ¿te parece?
Angélica miró sus amables ojos y asintió: —Está bien, cuando regreses a la villa después del trabajo, te prepararé algo delicioso.
Daniel le despeinó el cabello cariñosamente y sonrió. —De acuerdo.
Esa noche, Angélica preparó varios platos que a Daniel le encantaban y los esperó en la mesa.
El tiempo pasaba lentamente, y la comida se enfriaba completamente. No había señal de Daniel en la puerta.
Justo cuando dudaba si debía calentar la comida, recibió una llamada del asistente de Daniel.
—Señorita Angélica, el presidente Daniel tiene un compromiso esta noche y le pide que no lo espere. Que descanse temprano.
Angélica colgó el teléfono, guardó silencio por un momento y luego marcó otro número.