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Capítulo 220 Nuestra amistad aún no es tan profunda

El celular de Angélica sonó de repente. Era el doctor Raúl. —Señorita Angélica, Eleazar se ha enterado de que renovó ese millón de dólares y ahora ha suspendido otra parte; todavía falta un millón. La mano que sostenía el celular se tensó de inmediato, blanqueciendo los nudillos. Eleazar, para forzarla a ceder, podía llegar a ser tan despiadado. —Señorita Angélica, si no alcanza el capital, el hospital solo podrá suspender temporalmente el tratamiento de su madre. He conseguido que le den un día más; debe actuar rápido. —Muchas gracias, doctor Raúl, conseguiré el dinero lo antes posible. Aunque la música conmovedora sonaba en la planta baja, el cubículo parecía otro mundo, sumido en la quietud. La voz en el auricular se magnificaba. Martín agitaba suavemente la copa de vino tinto, sin beber ni un sorbo. Su postura era despreocupada. Angélica lo miraba, con una expresión compleja que finalmente se tornó en súplica. —Puedo devolver el dinero, con intereses, no quiero ser la otra. Martín

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