Capítulo 90 El tío y el sobrino
En el patio, la risa burlona de Koldo era demasiado estridente. —Dios mío, señor Antonio, ¡a usted también le pasaban estas cosas!
Antonio, furioso y frustrado, palideció, lanzó su teléfono sobre la mesa y se levantó bruscamente para salir.
Parecía realmente enfadado.
El rostro de Koldo se había tornado rojo de la risa, y lo siguió con la mirada alzando la voz: —¿A dónde ibas, ibas a dejar tu teléfono?
Sin embargo, solo recibió la espalda de Antonio como respuesta.
Al verlo partir, Koldo no se apuró, echó un vistazo al teléfono sobre la mesa y dijo con calma: —Qué terco, se lo merecía.
—
Por otro lado.
Martín había conducido todo el día y, al caer la noche, apuradamente estacionó frente a la Casa de huéspedes Acogedora.
En realidad, desde que se enteró de que Noelia se sentía mal, había conducido dos días hasta Rio Verde, y ese día, al no poder contactar con Noelia, estaba preocupado por si algo malo le había pasado, sintiéndose inquieto durante todo el viaje.
Pero al
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